La
primera guerra mundial, fue todo un reto en la atención sanitaria militar y por
supuesto para las enfermeras pues con la aparición de armas tan devastadoras en el nuevo conflicto bélico, el
número de muertos y heridos ya pasaba del millón de personas el primer año de
la guerra en 1914, siendo el sangrado de las heridas muy difícil de controlar
en aquellos hospitales de campaña.
Anuncio de compresa femenina con imagen de una enfermera. Sobre 1940.
La empresa Kimberly-Clark con sede en Wisconsin, EE.UU. ya había desarrollado antes del estallido de la guerra el "algodón celular" de la pulpa de madera, denominado "cellucotton" un material que resultó
útil en ese momento, se trataba de un producto
que utilizándolo en el vendaje podía absorber cinco veces más líquido que los
vendajes de algodón que se usaban comúnmente en ese momento, y con unos costos de
producción significativamente más bajos, por ello se envió a las fuerzas
aliadas en Europa, para su uso en ayudar a contener las hemorragias de los
heridos en el campo de batalla.
Enfermeras de la Cruz Roja portando material para atención a los heridos,
Como
resulta que las enfermeras tenían demasiado trabajo como para dedicar parte de el a sus propios cuidados
personales, sus ágiles mentes descubrieron que el nuevo material no sólo era
efectivo para contener la sangre de las heridas de los soldados, sino también lo
podían usar ellas mismas durante la menstruación, y de forma más eficaz e
higiénica que los productos que utilizaban hasta entonces. Solo les faltó patentar la idea.
Anuncios de compresas en revistas. Sobre 1940/50
Acabada la guerra, Kimberly-Clark, conocedora del novedoso uso que las enfermeras habían hecho del cellucotton, se sirvió de la idea y en 1920, lanzó el producto "Kotex", que resultó ser una revolución higiénica popularmente conocida “compresa” para la mujer. Algunos años después también dio lugar a los conocidos pañuelos de papel "Kleenex".
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