jueves, 30 de junio de 2016

Las 9 reglas a cumplir en 1887 por las enfermeras.

Repasando las reglas con explicitas connotaciones religiosas y de personal subalterno que tenía que cumplir la enfermera en Norteamerica y muy similar en Europa, hasta tan solo hace unos cuantos años, resulta casi milagroso que hoy día la enfermería sea una profesión Universitaria. 
Las enfermeras se preparan para sus rondas nocturnas en 1903.
Ahí van y a no reírse mucho por favor.
1. Barrer y fregar diariamente el piso de la sala, también remover el polvo de los muebles cercanos al paciente.
2. Mantener una temperatura uniforme en la planta, manteniendo un balde con carbón durante el día.
3. Cada día se deberá llenar las lámparas de kerosene, se limpiarán las chimeneas y se cambiarán los mecheros. La luz es importante para observar la condición del paciente.
4. Las notas de la enfermera son importantes para ayudar a la obra del médico. Escriba con cuidado.
5. Cada enfermera deberá estar en el trabajo a las 7 a.m. y dejar el lugar a las 8 p.m., excepto el sábado, día en que estará fuera desde el mediodía hasta las 2 p.m.
6. Las enfermeras graduadas que estén en buenas condiciones con la directora tendrán una tarde libre cada semana para propósitos de cortejo, o dos tardes a la semana si es que van regularmente a la iglesia
7. Cada enfermera debe ahorrar de su sueldo una buena suma de dinero para sus beneficios durante los años de declive, de manera que no se convierta en una carga. Por ejemplo, si usted gana 30 dólares, usted debe ahorrar 15.
8. La enfermera que realice sus labores sin faltas, y sirva fielmente a sus pacientes y al médico por un periodo de 5 años, le será dado un aumento de 5 centavos al día por la administración del hospital.
9. Cualquier enfermera que fume, beba licor de cualquier forma, se arregle el pelo en un centro de belleza o frecuente salones de baile, dará al director de enfermeras una buena razón para sospechar de su valía, intenciones e integridad.

lunes, 27 de junio de 2016

La Comadrona. Novela.


        Los campos de concentración nazis vistos por los ojos de la comadrona.

Autora: Katja Kettu, 1978, Finlandia. 
Sinopsis: Laponia, 1944: hasta los rincones más inhóspitos de Finlandia llegan los ecos de la Segunda Guerra Mundial. Por las venas de la comadrona fluye la sangre de un padre comunista salvajemente represaliado. Desde su infancia vive aislada de una sociedad que la desprecia. Pero su mundo sufre un vuelco cuando un enigmático oficial alemán de las SS la descubre con un cordón umbilical entre los dientes: es la primera vez que alguien la mira de verdad. Su amor la impulsa a seguir a Johannes hasta el campo de prisioneros al que ha sido enviado, y más allá. Hasta la muerte si es necesario.

Autora: Katja Kettu nació en 1978 en Finlandia. Después de unos años en Tallin y Londres, recaló de nuevo en Helsinki. Hoy en día es una artista multidisciplinar: dirige videos musicales, canta en su grupo punk Confusa, enseña guion y divide el tiempo restante entre el cine y la literatura. Se describe a sí misma como feminista y humorista de la desgracia. Ha publicado Surujenkerääjä (El coleccionista de penas), Hitsaaja (El soldador) y La comadrona, que ha cosechado un gran éxito de público y crítica, ha sido galardonada con los premios Runeberg, Thank You for the Book, Kalevi Jäntti y Book Bloggers, sus derechos de traducción han sido vendidos a catorce idiomas, y está en marcha su adaptación teatral y cinematográfica.

Su último libro, Piipppuhylly (El coleccionista de pipas), está protagonizado por varios de los personajes de La Comadrona.

Si os interesa acceder a La Comadrona en pdf, entra en el siguiente enlace:



Más información:

http://alchetron.com/Katja-Kettu-664430-W






lunes, 20 de junio de 2016

Las Enfermeras en la Primera Guerra Mundial.


La Primera Guerra Mundial cambió mapas, destruyó imperios y dejó más de nueve millones de muertos. El 28 de junio de 1914 Gavrilo Princip asesinaba al heredero del imperio Austrohúngaro, la situación política se fue deteriorando y un mes después comenzó la Guerra, también conocida como Gran Guerra, focalizada principalmente en Europa, que comenzó el 28 de Julio, tal día como hoy, de 1914 y finalizó el 11 de noviembre de 1918. El mundo dejaría de ser el mismo.

Este hecho histórico dio forma al mito de la enfermera gentil y joven, que a menudo era voluntaria, miembro no entrenada del cuerpo de voluntarias de ayuda, vestida con su uniforme blanco e inmaculado, y desde entonces es universalmente admirado. Fue el momento de la gran irrupción de la mujer en la enfermería tanto profesional, siguiendo los pasos de Florence Nigtingale, y además un gran número de voluntarias

Enfermera asomada en ventana de hospital de campaña.

 Cuando terminó la guerra, la mayoría de ellas dejaron el servicio, pero algunas de las más aventuradas viajaron hacia otras guerras.
Las que regresaron llegaron a sitios donde quedaban pocos hombres. Fue esa pérdida enorme de cientos de miles de jóvenes varones en Francia, Bélgica, Reino Unido, además de Rusia y, por supuesto, Alemania, lo que facilito o ayudo en parte la lucha por la igualdad y la extensión del sufragio a las mujeres.
Soldado herido perteneciente a los Black Watch - Royal Highland Regiment recibiendo los primeros cuidados en la enfermería.
Bethune - Francia. Abril de 1918.
La guerra produjo problemas sanitarios que difícilmente se conocían en la vida civil y que los médicos y enfermeras no habían experimentado antes. El más común fue la infección de las heridas, cuando los hombres acribillados con balas de metralletas quedaban con trozos de uniforme y barro contaminado de las trincheras que se propagaban hacia su abdomen y sus órganos internos. No había antibióticos, por supuesto, y los desinfectantes que se utilizaban eran rudimentarios e insuficientes.
Enfermería a poca distancia del frente de batalla.
Según Christine Mallet en su amplio estudio de investigación sobre la enfermería en la Primera Guerra Mundial, en su libro, Veiled Warriors ("Guerreras con Velo"), habla de cómo en el frente ruso se usaron medidas con frecuencia muy radicales, como cubrir las heridas con yodo o sal, se vendaba con firmeza al cuerpo y la víctima aún tenía que ser transportada muchos kilómetros hacia los hospitales de guerra. 
En Reino Unido se hicieron muchos esfuerzos para tratar las heridas infectadas, pero miles de soldados murieron a causa de tétanos o gangrena antes de que fuera descubierto un producto sanador efectivo. Hacia el fin de la guerra comenzaron a surgir algunas soluciones eficaces, aunque también portaban grandes peligros. Una de ellas fue la transfusión sanguínea, que se llevaba a cabo conectando una sonda entre el paciente y el donante: una transferencia - transfusión directa.

Enfermeras atendiendo a soldados heridos y en una intervención quirúrgica.

Durante el enfrentamiento bélico de la Gran Guerra, en el bando aliado y en concreto en el Reino Unido, el principal cuerpo de enfermeras profesionales era el Servicio de Enfermería Militar Imperial de la Reina Alexandra (QAIMNS). Había sido fundado en 1902, en la época de la guerra de los Bóeres, y en 1914 tenía menos de 300 miembros. Al fin de la guerra, cuatro años después, contaba con 10.000 enfermeras. Además, otras organizaciones formadas anteriormente tenían como propósito principal el cuidado de los miembros de las fuerzas armadas, como por ejemplo el Cuerpo de Caballería de Enfermería de Primeros Auxilios creado en 1907.

 Grupo de militares en la puerta del Hospital de Arroios de Lisboa.

Debido a que el ejército británico se oponía abiertamente a la participación de las enfermeras militares, con excepción de las de QAIMNS, las primeras voluntarias británicas se vieron obligadas a servir con las fuerzas francesas y belgas. Muchas de ellas pertenecían a familias de la aristocracia o eran sus sirvientas. Eran mujeres poderosas que dirigían grandes familias y grandes propiedades tenían gran experiencia en la administración de sus grandes casas y no tuvieron problemas en hacerse cargo de un hospital militar. Su confianza en sus propias capacidades era impactante. La más famosa de estas mujeres fue la duquesa de Sutherland, apodada Meddlesome Millie (la entrometida Millie). 

Enfermeras asistiendo a herido antes de entrar en el vagón-enfermería.

En la primavera de 1915 debido a la enorme y sangrienta ola de víctimas se vieron desbordadas debido al gran número de heridos, incluso los más altos oficiales del ejército británico se rindieron ante ellas, dada la presión del momento y el firme compromiso que habían demostrado.
En esa etapa de la guerra los dirigentes políticos comenzaron a invitar a las mujeres a participar en apoyo a los ejércitos de diversas formas y funciones, entre las que se contaba la enfermería. El número aumento enormemente ya que miles de jóvenes de hogares de clase media con experiencia en el empleo doméstico, pocos conocimientos sanitarios, en total ignorancia de anatomía y el cuidado de heridos de guerra, se ofrecieron como voluntarias y pronto fueron colocadas en funciones en hospitales militares. 
Grupo de enfermeras con los uniformes de la Cruz Roja.
La imagen y los uniformes de la Cruz Roja eran románticos, pero el trabajo en sí mismo era agotador, no tenía descanso y en ocasiones resultaba repugnante y su estatus en la sociedad era poco más alto que el de las empleadas domésticas, estaban muy mal remuneradas. Tenían principalmente la función del aseo doméstico, la limpieza de pisos, el cambio de sábanas y el vaciado de bacinillas, y sólo en etapas posteriores de la guerra se les permitió que cambiaran vendajes o administraran medicamentos.
Grupo de enfermeras asistiendo junto a la tropa a una misa de campaña.
En muchos casos, no fueron recibidas con agrado, pues las enfermeras profesionales, que luchaban por algún tipo de reconocimiento con estudios y prácticas apropiadas, temían que esa enorme invasión de voluntarias no cualificadas socavara sus esfuerzos. Las relaciones entre las enfermeras profesionales y las asistentes voluntarias se reducían a una rígida e inquebrantable disciplina. El clima de la vida en la enfermería era muy severo. A pesar de las difíciles condiciones en hospitales de campaña, en trenes, chozas, etc., los soldados fueron atendidos, consolados y cuidados, a menudo con enorme riesgo para las propias enfermeras. Más de 200 enfermeras en el Servicio del Ejército británico perdieron sus vidas en la guerra. Las posibilidades que un soldado tenía de sobrevivir a las heridas eran mínimas sin la ayuda y abnegada dedicación mostrada por estas VALIENTES mujeres. 

Hospital del Ejército de Estados Unidos en Francia.
Fotografiadas por PAUL THOMPSON para National Geographic

Enfermeras estadounidenses con máscaras de gas en una línea del frente durante la Primera Guerra Mundial.



Estas imágenes nos muestran las duras condiciones de trabajo en la Gran Guerra. Las enfermeras realizaron su labor siguiendo fundamentalmente el modelo británico. Más de 400 enfermeras militares estadounidenses murieron en servicio, casi todas de la “gripe española”, epidemia que se extendió por los atestados campamentos militares, hospitales y puertos de embarque.

Las imágenes coloreadas con técnicas actuales por Henrique Mart, tomadas de la publicación de la Liga de los Combatientes portugueses (LC).

La Liga de los Combatientes (LC) fue fundada en 1921 por los combatientes portugueses de la I Guerra Mundial, y oficializada en 16 de octubre de 1923, con el espíritu de fraternidad, defender sus intereses y ayudar a los inválidos de guerra, viudas y huérfanos.


Más información:
http://www.ligacombatentes.org.pt/


martes, 14 de junio de 2016

Enfermeras chilenas en la atención a la mujer embarazada y madres solteras.

           Una enfermera controla la salud de una mujer embarazada en su casa.
Foto de 1948. Colección de la Biblioteca Nacional de Chile. 
A fines del siglo XIX, expertos chilenos comenzaron a preocuparse por la suerte de la infancia pobre y desprotegida y  despertaron un genuino interés por mitigar el alto índice de mortalidad infantil y de morbilidad en la población chilena. A la luz de la cuestión social, identificaron los bajos salarios, el desempleo, el hacinamiento y la deficiente infraestructura sanitaria, como las principales causas de las dolencias digestivas y respiratorias que llevaban a la muerte y a la enfermedad. La esperanza de revertir la debilidad física, intelectual y moral que observaban en el pueblo, se depositó en mejorar la subsistencia y atención sanitaria de gestantes y niños. En este plano, se consideró la pobreza de las madres como un factor que implicaba un alto riesgo en la sobrevivencia de los menores. Bien expresó esta inquietud el galeno Víctor Körner en el Primer Congreso de Protección a la Infancia el año 1912, cuando clamó: "la miseria de la madre, es la muerte del niño!". Durante la primera mitad del siglo XX este interés se reflejó en la  creciente intervención del estado en la protección materno-infantil. Las políticas sanitarias se concentraron en brindar a las madres pobres, trabajadoras e indigentes, atención profesional al parto y puerperio, y asistencia sanitaria y social al lactante. El control prenatal también fue promovido, pero en este periodo tuvo escaso impacto, en gran parte por la insuficiente cobertura de la oferta asistencial. Pronto vieron que entre las madres pobres un segmento de mayor vulnerabilidad: el de las madres solteras. En efecto, durante gran parte del siglo XX, se afirmó que la principal causa de la mortalidad infantil era la ilegitimidad de los hijos. Según distintos estudios, los llamados hijos ilegítimos quedaban desprovistos de los recursos económicos que en una bien constituida. Como se constataba, sin vínculo conyugal los hombres podían fácilmente evadir sus obligaciones parentales. Por todas estas razones, se sostenía que el abandono de la pareja exponía al niño a sufrir con mayor vigor los embates de la carencia, como el hambre y el frío. Añadían que a falta de un jefe de familia, la madre debía emplearse privando al retoño de la vital leche materna.

      La ENFERMERA de visita en domicilio, enseñando como bañar un bebe. 
Foto Año: 1948 - Colección: Biblioteca Nacional de Chile.
Además de las penurias referidas, apuntaban con compasión que la situación de ellas se agravaba con el repudio social que recibían, inclusive por parte de su propia familia, por evidenciar que sostenían relaciones sexuales fuera de la institución matrimonial, lo cual se consideraba inmoral. La situación de desamparo de estas mujeres determinó que los profesionales dieran particular interés a este asunto, identificándolo como "el problema de la madre soltera". La gravidez de estas madres era el inicio de un calvario, porque eran despedidas del trabajo apenas se evidenciaba su embarazo. La previsión social que gozaban las obreras contratadas formalmente, determinó que las madres solteras que servían en casas se concibieran como las más desvalidas. Los empleadores difícilmente aceptaban recibirlas con sus hijos, y el desamparo era mayor si, además de la penuria financiera, perdían el único techo que las guarnecía. Deambulaban sin rumbo por la ciudad, la tristeza las consumía, el retoño peligraba con la eminente desnutrición de las madres, y con su falta de abrigo. Este agrio panorama representaba una amenaza para el feto, no solo por el descuido de la salud materna, sino porque las madres, desesperadas por su suerte, sin ver salida, podían abandonar a sus hijos una vez nacidos, o en el peor de los casos, cometer abortos o infanticidios.

Más información:
http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-100695.html