jueves, 27 de febrero de 2020

Paralelismo Gripe española & Coronavírus.


Durante los últimos meses de la Gran Guerra, una virulenta cepa del virus de la gripe se extendió rápidamente por todo el planeta infectando a un tercio de la población mundial y causando la muerte de decenas de millones de personas. La pandemia de 1918 al 1920, también conocida como la gripe española, se extendió a gran velocidad por todo el mundo y en sólo 18 meses infectó a un tercio de la población mundial. La férrea censura de los países implicados en la Gran Guerra escondió su gravedad, pero los estudios actuales elevan el número de muertes de 20 hasta 50 o incluso 100 millones. Si el más elevado de esos cálculos es correcto, entonces la pandemia habría matado a más personas que las dos guerras mundiales juntas.
Sala del Hospital Fort Riley en Estados Unidos con pacientes de la epidemia de gripe de 1918, dónde se registraron los primeros casos. En el centro de la imagen sentada entre pacientes y camas se distingue una enfermera. 
Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.

Ningún rincón del planeta se mantuvo a salvo del virus. La gripe la causan varios virus muy parecidos entre sí, aunque solo una cepa, la del tipo A, está relacionada con 
las epidemias mortales. 
A pesar de conocerse como gripe española, los primeros casos se registraron en Estados Unidos durante el último año de la Primera Guerra Mundial. En marzo de 1918, el país llevaba once meses en guerra contra Alemania y las potencias centrales, y su exiguo ejército se había convertido en un enorme contingente que acabaría sumando más de dos millones de efectivos enviados a Europa. Los primeros casos se dieron en uno de los muchos centros de instrucción que se pusieron en marcha en un país que se movilizaba para la guerra.
El 4 de marzo, un soldado se presentó en la enfermería de Fort Riley, en el estado de Kansas, aquejado de fiebre. En cuestión de horas, cientos de reclutas cayeron enfermos con síntomas similares, y a lo largo de las semanas siguientes enfermarían muchos más, extendiendo el virus más allá de las paredes de Fort Riley. En abril, el contingente estadounidense desembarcó en Europa portando el virus consigo. Acababa de llegar la primera oleada de la epidemia.
La cepa mataba a sus víctimas con una rapidez sin precedentes. En EE.UU abundaban las informaciones sobre gente que se levantaba de la cama enferma y moría de camino al trabajo. Los síntomas eran espantosos: los pacientes desarrollaban fiebre e insuficiencia respiratoria; la falta de oxígeno causaba un tono azulado en el rostro; las hemorragias encharcaban de sangre los pulmones y provocaban vómitos y sangrado nasal, de modo que los enfermos se ahogaban con sus propios fluidos. Como tantas otras, la cepa afectó a los más jóvenes y a los más viejos, pero también a adultos sanos de entre 20 y 40 años.
El principal factor de la expansión fue, sin duda, la primera guerra mundial, que ya estaba en su última fase. Aunque los epidemiólogos todavía debaten sobre el origen exacto del virus, lo que está claro es que el virus se extendió gracias al masivo y rápido movimiento de militares por todo el mundo.
El drama de la guerra también sirvió para ocultar las elevadísimas tasas de mortalidad causadas por el nuevo virus. En los primeros momentos, la enfermedad todavía no se conocía bien y las muertes solían achacarse a la neumonía. La estricta censura militar en tiempo de guerra impedía que la prensa europea y estadounidense pudiera informar de los brotes. Sólo en la neutral España podían los medios hablar libremente de lo que estaba sucediendo, y de ahí que a la epidemia se la acabase llamando gripe española. Cabe señalar que, en el caso español, el virus llegó probablemente a través de los temporeros que fueron a trabajar a Francia, ya que España no participaba en la contienda.
En el resto del continente, las abarrotadas trincheras y campamentos de la primera guerra mundial se convirtieron en el hábitat ideal para la epidemia. La infección iba desplazándose con los soldados. La oleada de primavera remitió al cabo de unas semanas, pero aquello sólo fue un alivio pasajero. Tras el verano de 1918, la epidemia ya estaba lista para pasar a su fase más mortífera. Las trece semanas que van de septiembre a diciembre de 1918 constituyen el período más intenso, con el mayor número de víctimas mortales.
Detalle de un periódico mexicano hablando de los efectos de la epidemia.

La segunda oleada golpeó primero en las instalaciones militares y se extendió después a la población civil. En octubre llegó a su punto álgido: funerarias y enterradores no daban abasto, y la celebración de funerales individuales resultaba imposible. Buena parte de los fallecidos acabaron en fosas comunes.
En España, el sistema de salud se vio desbordado; muchos médicos murieron y fue difícil reemplazarlos. Los ataúdes escaseaban. El alcalde de Barcelona solicitó ayuda al ejército para transportar y enterrar a los muertos, ya que el Ayuntamiento no daba abasto. El año 1918 fue el primero del siglo XX con un crecimiento vegetativo (nacimientos menos muertes) negativo, y el único junto con 1939.
Tras una pausa en la expansión de la enfermedad a finales de 1918, en enero del siguiente año comenzó la tercera y última fase. Por entonces la pandemia ya había perdido mucha fuerza. La dureza del otoño del año anterior no se repitió, de modo que la tasa de mortalidad se desplomó.

Sala de hospital donde se ven enfermeras entre camas y pacientes. La imagen aparece en varias publicaciones sin identificar. 
Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG

Aunque la última oleada fue mucho menos letal que las anteriores, todavía fue capaz de causar considerables estragos. Australia, país que se había apresurado a establecer cuarentenas, consiguió librarse de lo peor de la gripe hasta principios de 1919, cuando la pandemia por fin llegó allí y acabó con la vida de varios miles de personas. Sin embargo, la tendencia general en la mortalidad ya iba cuesta abajo. Se registraron muertes por gripe –quizá de una cepa diferente– hasta 1920, pero en verano de 1919 las políticas sanitarias y la mutación genética natural del virus pusieron fin a la epidemia. Aun así, los efectos en las familias de las víctimas o en los pacientes aquejados de complicaciones a largo plazo habrían de durar décadas.
La pandemia no dejó intacta prácticamente ninguna región del mundo: sólo en la India las víctimas mortales alcanzaron entre 12 y 17 millones. En Gran Bretaña murieron 228.000 personas. En Estados Unidos fueron aproximadamente medio millón. Ni la apartada isla de Samoa, en el Pacífico Sur, se libró del contagio: perdió el 23,6 por ciento de su población. En España, estudios recientes elevan la cifra de muertes a 260.000, 70.000 más que las estimadas oficialmente. Es difícil disponer de datos exactos sobre la cantidad de muertes, pero la tasa global de mortalidad se sitúa entre el 10 y el 20 por ciento de los infectados.
Los científicos consideran que cada cincuenta años aproximadamente se produce una pandemia de gripe. En 1957 se produjo en Asia oriental un nuevo brote que se difundió por todo el globo y causó, hasta mediados de 1958, entre uno y dos millones de muertes. En 1968 un nuevo tipo de gripe se declaró en Hong Kong y produjo entre uno y cuatro millones de víctimas. Estos y otros episodios muestran que, un siglo después de la madre de todas las pandemias, el riesgo subsiste en nuestro mundo muy poblado ya e interconectado.

Serie de fotos coloreadas en las que aparecen enfermeras en su labor de atención a los pacientes:


Enfermeras atendiendo a los pacientes en un hospital de emergencia establecido en Brookline, Massachusetts, para atender casos de la epidemia, octubre de 1918.
 Foto coloreada por Royston  Leonard.



Foto del hospital de emergencia establecido en Brookline, Massachusetts, con las enfermeras atendiendo a los pacientes de la epidemia, octubre de 1918.
 Foto coloreada por Divertimento con Colourise SG.



Enfermeras de la Cruz Roja elaborando a mano el material sanitario para poder atender los pacientes de la epidemia. Seattle 1918.
Foto coloreada por Divertimento con Colourise SG.



Enfermeras con cestas de comida para los pacientes afectados por la epidemia.
  Foto coloreada por Royston  Leonard.

Enfermera con mascarilla de protección tomando el pulso a un paciente con gripe, 1918. Hospital Walter Reed en Washington, DC.  
 Foto coloreada por Divertimento con Colourise SG.

Enfermeras de la Cruz Roja atienden a pacientes en el Auditorio Municipal de Oakland, en EE.UU. puede ver manchas en el suelo que posiblemente de vómito. Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.

Enfermeras voluntarias de la Cruz Roja elaborando material sanitario.
 Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.


Hospital de campaña en Aix-les-Baines, Francia, durante la Primera Guerra Mundial. Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.


Enfermeras militares con mascarillas de protección transportando un paciente hacia una ambulancia. Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.


Las enfermeras y los ayudantes se colocan en camas separadas por sábanas para mantener aislados en lo posble a los pacientes con neumonía.
Hospital General Walter Reed, Washington. 

Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.


Enfermeras junto a pacientes encamados, otros soldados en mejor estado en primer plano aparecen sentados alrededor de una mesa. Al principio la epidemia de gripe afectó especialmente a los soldados suizos de la frontera oeste.
 
Foto coloreada por Divertimento mediante Colourise SG.

Más información y fuentes:
https://elpais.com/elpais/2018/01/16/ciencia/1516096077_476907.html


viernes, 21 de febrero de 2020

Enfermeras Soviéticas en las fotos de Faminsky.

Las imágenes más conocidas del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial se vinculan directamente con la icónica postal de la bandera de la Unión Soviética levantada en el Reichstag, pero también, existen otras fotos que muestran una historia hasta hace unos años desconocida, la del camino que realizaron los soldados antes de su entrada final a la capital de Alemania.
Valery Faminsky fue el fotógrafo del Ejército Rojo que documentó de abril a agosto de 1945 la asistencia y el cuidado a los soldados heridos durante la batalla por Berlín, para las autoridades sanitarias soviéticas. 
Unas enfermeras atienden a un soldado herido en un hospital de campaña durante  la toma de Berlín por las tropas soviéticas, en mayo 1945. Foto de Valery Faminsky.


Además de este trabajo, también hizo muchas tomas impresionantes de la ciudad destruida, su población y la vida cotidiana de las tropas rusas. Debido a la acreditación propia del ejército soviético, pudo moverse libremente en la ciudad y se convirtió en un singular testigo ocular. Su visión personal y humanista distingue sus fotografías de la mayoría de las otras imágenes propias de la propaganda de las primeras semanas de la posguerra en Berlín. 
Entre las fotos que quedaron en su poder están estas dos secuencias de la atención de unas enfermeras a un soldado herido.
Una enfermera atiende a un soldado herido en la toma de Berlín por el ejercito soviético, en mayo de 1945. Foto de Valery Faminsky.

A principios de agosto de 1945, Faminsky fue desmovilizado y regresó a Moscú sus fotos de Berlín no fueron reimpresas ni publicadas y permanecieron desconocidas. Y no fue hasta que el fotógrafo de Moscú Arthur Bondar descubrió las imágenes y adquirió el archivo en 2016. Rápidamente reconoció el significado histórico único y la calidad del trabajo de Valery Faminsky, realizando exposiciones de las fotos y la publicación de un libro con las imágenes de Faminsky en 2017.

En el primer enlace de los adjuntados se pueden ver las fotos:


Más información y fuentes:

viernes, 14 de febrero de 2020

Enfermeras en el arte gráfico de Greg Gossel.

Entre la prolífera obra de Gossel, aquí tenemos dos en las que la figura central de ambas es la imagen de una enfermera, lógicamente reconocibles, además de por los títulos puestos por el autor, por que portan la cofia tradicional 
Greg Gossel nació en Baldwin, Wisconsin, Estados Unidos,en 1982. Estudió en la Universidad de Wisconsin-Eau Claire, donde se graduó con una licenciatura en diseño gráfico. En diciembre de 2005, se mudó a Minneapolis, donde actualmente trabaja como diseñador gráfico. Además del diseño, también se dedica a su trabajo personal, y expone su arte a nivel local, estadounidense e internacional en los últimos dos años.


Fair Nurse. Técnica mixta sobre lienzo. 86 X 109 cm

Greg dice esto sobre su trabajo: “Mi trabajo es sobre la vida, la lucha y la belleza. Intento lograr esto mediante la interacción de muchas palabras, imágenes y gestos diversos. Estoy interesado en el proceso 'construir una superficie y superponer una variedad de medios; pulverización, impresión, salpicaduras, borrado, goteo y escritura de una manera muy flexible y espontánea. Cuando se termina una pieza, quiero que ilustre una historia visual de cambio, proceso y expresión”.
El trabajo de Gossel emplea así una variedad de temas de la cultura pop que incluyen la novela Pulp, cómics románticos, política e íconos del siglo XX. "En un contexto contemporáneo, comenta sobre la conciencia colectiva con elementos geométricos y tipográficos en negrita en general. Gossel explora una variedad de medios con elementos de serigrafía, copias y transferencias experimentales de productos digitales y de impresión, así como varios restos de carteles publicitarios de nuestro alrededor. La crudeza expresiva de la colección se basa en las superficies con gran profundidad, pintura, impresión y collage. De su arte, Gossel ha dicho que "el proceso de crear este nuevo cuerpo de trabajo consiste en una estratificación constante de elementos, construir la superficie y crear una historia única dentro de cada pieza; agregar nuevos elementos, mientras pinta y oculta otros. A través de este proceso, trato de explorar el contraste entre la repetición mecánica de la reproducción de serigrafía y los elementos geométricos, con las cualidades orgánicas y expresivas de la pintura a mano y la creación de marcas".


Nurse in Blue. Técnica mixta sobre lienzo. 91 X 107 cm.

Desde su primera exposición con Shooting Gallery en 2006, lo ha hecho también desde Los Ángeles hasta Nueva York, Londres y también en Miami. Los fanáticos del arte pop y el graffiti a menudo se sienten atraídos por las pinturas de Gregg, atraídos por la relación de los acontecimientos actuales y la sociedad contemporánea.   
Gossel también ha expuesto su trabajo en numerosas exposiciones locales e internacionales, en Copenhague, Dinamarca; Sydney, Australia y Londres, Reino Unido. Burtwon Snowboards, VICE Magazine, Interscope Rercords y Stussy son algunos de sus clientes. El trabajo del artista apareció en publicaciones como Juxtapoz, Art Nouveau Magazine, Arrested Motion, Marie Claire, South of Canada, The Sourcebook of Contemporary Illustration, Sunset Magazine, Indigits, Beautiful Dreamers, ELLE Girl Magazine, SF Weekly, City Pages, Artful Living, y Minneapolis Star Tribune .


Más información y fuentes:



viernes, 7 de febrero de 2020

Una enfermera ayuda a la mama en el parto con presencia del padre.1970.

La historia de nuestros antepasados inmediatos, la literatura, etc., ha registrado muchas veces la ansiedad de los padres y la soledad de las madres en el momento del parto. ¿Quién no recuerda en el cine alguna escena desgarradora, exagerada, de un parto sin ayuda? ¿O aquellas otras, también típicas, del hombre aguardando nervioso en la sala de espera, consumiendo un cigarrillo tras otro y caminando de aquí para allá mientras intuía el dolor de su mujer al otro lado de la puerta? Pues bien, ambas situaciones prácticamente han desaparecido, y no precisamente porque exista la anestesia epidural o esté prohibido fumar en los edificios públicos y los recintos hospitalarios, sino porque cada vez es más habitual la presencia del padre en el parto, incluso en la cesárea cuando esta no se debe a complicaciones inesperadas. Antiguamente los hombres no participaban en estos momentos cercanos del parto, hoy son pocos los que quieren quedar por fuera de esta experiencia.

Una enfermera se dispone a cortar el cordón umbilical del recién nacido mientras el padre observa con cara feliz. 1970. Archivo Hulton/Getty Images.



La presencia del padre en el parto es algo cada vez más frecuente, pero aun así debe decidirse con tranquilidad, honestidad y tiempo. Más allá de las costumbres, lo que “supuestamente debe ser”, o lo que digan los demás, esta es una decisión de pareja, donde lo importante es que ambos se sientan cómodos y a gusto. Algunos expertos subrayan que vivir la experiencia de a dos es muy positivo, puesto que genera más unión en la pareja: hace que el hombre comprenda mejor a su mujer y que se implique más en el cuidado de los hijos. Así, tanto por acompañar y apoyar a la madre, como por recibir al recién nacido, parece lógico que asista al parto. No obstante, no todos los hombres ni todas las mujeres se sienten cómodos con la idea. Y eso también es lícito.
A una mujer le puede crear mucha tensión el saber que su pareja está allí más por obligación que por devoción, por lo que tampoco hay que sobrevalorar la importancia de su presencia. De hecho, algunas matronas señalan que la presencia del padre y en general, del personal sanitario masculino, puede ser contraproducente para la futura mamá, la ansiedad de su pareja y la presencia de otros hombres contribuirían, según esta teoría, a ponerla nerviosa, generar más adrenalina y retrasar la producción de oxitocina, una hormona indispensable para el parto.
El rol del padre durante el parto va mucho más allá de sostener la cámara de fotos, el planteamiento tiene su lógica. Sin embargo, en España solo 1 de cada 10 mujeres prefieren tener a sus hijos solas, sin compañía de la pareja o de algún familiar que les dé ánimo y las apoye en el proceso. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aconseja la presencia del padre. Y no solamente en el parto, sino en todas las fases de la concepción. “La promoción del papel de los hombres como parejas y padres es esencial para lograr su participación activa y apoyo eficiente”, sostiene la OMS en un extenso documento. 
Hoy en día el hecho de que los hombres participen durante el parto, pocas veces se discute y en general es un hecho que se incentiva, generalizando que es una forma de compartir la experiencia con la mujer y una “obligación” como padres. Sin embargo, rara vez se cuestiona verdaderamente si en todos los casos es oportuno o cuales serían los casos en que no sería conveniente o aconsejable tomando en cuenta a cada miembro de la pareja. Este es un aspecto que se debería elaborar durante el embarazo, pudiendo así integrar al hombre en esta preparación, ya que muchos carecen de información real en cuanto a cuál es su rol a la hora del trabajo de parto y el parto propiamente dicho, lo cual se considera  un proceso muy rico para la pareja para vislumbrar cuales son las expectativas y fantasías de cada uno en estos momentos, que es lo que necesita la mujer y si este compañero es capaz de satisfacer esta necesidad. Para esto mismo es necesario que pueda haber estado muy al tanto de los cambios de su mujer en este período entendiendo lo que ella puede necesitar en esta fase cercana al parto y en el parto mismo pudiendo favorecer el ambiente para esto. Hay ciertas necesidades básicas que es necesario respetar y cuidar a la hora del trabajo de parto y del parto, como ser la necesidad de privacidad e intimidad de la mujer ya que hay una sensación de mucha exposición física y psíquica, su cuerpo expuesto y con esto su sexualidad. Es necesario respetar de forma individual a la mujer , sus necesidades, sus tiempos y sus procesos, y no forzar decisiones. 

Más información y fuentes:


martes, 4 de febrero de 2020

Armando Bastida, padre, enfermero, escritor y bloguero.

Padre de tres hijos, enfermero de Pediatría con 19 años de experiencia y 
divulgador, Armando Bastida es una voz autorizada en lo que a crianza se refiere. Es responsable del proyecto “Criar con sentido común”, en el que ofrece apoyo profesional a padres y madres. Muchos de sus artículos sobre la paternidad y la maternidad están salpicados de humor, igual que su último libro “Sana, sanita. Diario de un enfermero de Pediatría”, un cómic ilustrado por Raquel Gu en el que Bastida narra las luces y las sombras de la atención sanitaria pública infantil.


Los primeros años de enfermero realizó atención extrahospitalaria, donde a bordo de una ambulancia pasó seis años atendiendo emergencias de toda índole.
En el año 2006, cuando nació su primer hijo, decidió dar un cambio a su vida profesional y empezó a formarse y aprender todo lo relacionado con la salud infantil, la educación y la alimentación de los más pequeños. Así, comenzó a hablar de ello en “un modesto blog” a la vez que empezaba a trabajar en la atención primaria, tanto en el servicio de adultos como en el de pediatría.
En el año 2008 pasó a formar parte del equipo de pediatría del Centro de Atención Primaria EST de Terrassa, Barcelona, y comenzó a escribir en “Bebés y más”, el portal de maternidad y crianza de habla hispana de mayor audiencia, donde ha publicado hasta la fecha más de 3.500 entradas.
Para ello, no he dejado estudiar, leer, formarme y aprender de todo lo relacionado con la infancia, mientras iba aplicando estos aprendizajes en el día a día de mi consulta enfermera.
Ahora, dice, haber llegado el momento de ampliar horizontes para poder seguir ayudando con sus conocimientos a todos los padres, madres y bebés que deseen tener esas herramientas que a todos los padres nos gustaría tener al nacer nuestro bebé.