jueves, 27 de julio de 2017

Enfermeras las 24 horas para las personas discapacitadas.

El popular periodista y escritor, Andrés Aberasturi, reclama contar con “enfermeras 24 horas” para mejorar la calidad de vida de los discapacitados. En el marco de su intervención en los cursos de verano de la Universidad Autónoma de Madrid.
Intervención en los cursos de verano de la Universidad Autónoma de Madrid. 18.07.2017
“Tener una enfermera nos ha cambiado la vida”, ha declarado emotivamente Andrés Aberasturi en los cursos de verano la Universidad Autónoma de Madrid. El periodista lleva cuidando desde hace 30 años a un hijo con parálisis cerebral y síndrome de Pierre Robin, 
 “yo no sé si sois conscientes del valor que tenéis, de lo que puede significar esa intermediación que hay cuando la enfermera te ve por un pasillo y te dice ‘quieres tomarte un café’. Las enfermeras son la parte que hace el hospital sea un hogar cuando estás mucho tiempo”.

En la dura pero enternecedora charla, Aberasturi ha pedido que con este tipo de pacientes se deje de “edulcorar las cosas”. Ha escrito un libro titulado Cómo explicarte el mundo, Cris, donde cuenta “la verdad de lo que supone tener un hijo que no es libre, que no elige, que no se comunica”, sobre cómo es “convivir con él de una forma dramática y a la vez enormemente tierna”. Cuando describe cómo hay que tratar a este tipo de enfermedades utiliza la frase de Gabriel Celaya cuando dice “hay que decir las bárbaras pero amorosas verdades”.
En el mismo sentido, Eva García Perea, profesora de la Universidad Autónoma de Madrid de la sección departamental de enfermería y directora de los cursos de verano ha relatado que en ocasiones nos olvidamos de que los discapacitados van evolucionando y explica que “el discapacitado mayor no es un niño grande” y ha dejado claro que “es una persona con unas necesidades especiales”, por lo que es muy importante que los enfermeros se “sientan seguros para saber abordar sus cuidados”. En este curso los enfermeros asistentes han aprendido a dar a este tipo de pacientes “una atención integral, adecuada a sus necesidades especiales” y, sobre todo, han aprendido “a sentirse seguros con la atención al cuidado de este tipo de pacientes”.

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lunes, 24 de julio de 2017

Las enfermeras de la Cruz Blanca de la revolución Mexicana.

Ante la falta de neutralidad de la Cruz Roja, durante la revolución mexicana, la señorita Elena Arizmendi Mejía lanzo la idea de formar una sociedad de socorro para prestar ayuda a los heridos en campaña y así junto con Leonor Villegas de Magnón que se había unido a la causa revolucionaria  decidieron formar un grupo  de asistencia que llamaron la Cruz Blanca”, a diferencia de la Cruz Roja, en la que no negaron la atención a los rebeldes y trató a todos por igual.

Leonor Villegas de Magnón con Aracelito García, 1914.

Leonor Villegas de Magnón fue honrada con cinco medallas en la Revolución Mexicana en reconocimiento a su gran labor. Profesora de profesión, su participación en la historia vendría como periodista y activista de la Revolución fundamentalmente con su formación de La Cruz Blanca para atender el cuidado de los heridos, independientemente del bando al que pertenecieran, y su poder de convicción para atraer a otras voluntarias a participar en la asociación.


 Leonor y otras enfermeras de la Cruz Blanca. 1914.
Acabada la guerra, en los años 20 del pasado siglo, escribió varias obras sobre sus vivencias  y entre ellas, la titulada  "La Rebelde"  para dejar constancia de la participación de las enfermeras de la Cruz Blanca Nacional, particularmente la de aquéllas del área de la frontera de Texas-México, "porque la historia oficial casi borró la huella de sus acciones en la Revolución Mexicana de 1910", enfatiza la autora.          Leonor y otras enfermeras de la Cruz Blanca.

Elena Arizmendi durante la intervención de anestesia de un herido. 1911.
Elena Arizmendi fue una enfermera mexicana, que tuvo la idea de fundar una institución filantrópica de auxilio y atención sanitaria y que junto a Leonor Villegas consiguió formar durante el periodo de la Revolución Mexicana iniciada por Francisco I. Madero contra la Dictadura de Porfirio Díaz. Precursora de las ideologías y activismo feminista en América latina y en el mundo. Su vida y obra no sólo constituyen un legado histórico de gran trascendencia, sino un claro ejemplo para la enfermería mexicana de la importancia fundamental de una ideología política participativa capaz de transformar realidad social.

Adela Velarde Pérez,(1900/1971) más conocida como “Adelita”.

Adela Velarde Pérez,(1900/1971) más conocida como “Adelita”, la del corrido mexicano que popularizó Nat Kin Kole en los años 50/60, fue una activista de la Revolución Mexicana, en ciudad Juárez, Chihuahua, donde estudió sus primeras letras y posteriormente se hizo enfermera. Se dice que “desafiando a su padre, un adinerado comerciante de ciudad Juárez, se incorpora a la Asociación Mexicana de la Cruz Blanca para desempeñarse como enfermera. Fue conocida por su eficiencia y destreza en la atención de los heridos, convirtiéndose en una figura muy popular entre las tropas”. Adelita atendía a los heridos villistas de la División del Norte. Al concluir la lucha armada, perfectamente identificada, recibió años después un homenaje como veterana de guerra.

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viernes, 14 de julio de 2017

Armin Theophil Wegner.

El enfermero y escritor que fotografió y denunció el genocidio armenio y  que abogó por los judíos ante Hitler.

Armin Theophil Wegner ha pasado a la historia por ser el fotógrafo y testigo del genocidio cometido por los turcos contra el pueblo armenio, en el que murieron más de un millón y medio de hombres, mujeres y niños. 
En algunos aspectos fue una persona adelantada a su tiempo: en su tesis doctoral,  ya en 1914, defendía el derecho de huelga.
Durante la I Guerra Mundial fue enfermero voluntario, condecorado con la Cruz de Hierro, y gran parte de su servicio lo realizó en Turquía, aliado de Alemania en la contienda. A su vuelta, además de pacifista y de denunciar la masacre de armenios, tiene entre sus haberes haber sido uno de los primeros alemanes que se enfrentó a Hitler por su persecución a los judíos. Después de pasar tiempo en campos de concentración, tuvo que exiliarse a Italia, en donde murió en 1978. Los armenios, en 1968, a instancias del catolicismo, lo condecoraron con la Orden de San Gregorio el Iluminador, y un año antes, el judaísmo, lo reconoció, con el título de “Justo entre las naciones”.

Wegner con uniforme de la sanidad militar. Turquía en 1915.
La vida de Armin fue una vida dedicada a los demás. Muestra de ello fue su alistamiento como enfermero voluntario durante la I Guerra Mundial. Su destino, Polonia durante el invierno de 1914-1915, en donde fue condecorado con la Cruz de Hierro por asistir a los heridos bajo el fuego. Poco después, en abril de 1915, con motivo de la alianza militar entre Alemania y Turquía, fue enviado a Oriente Medio como miembro del cuerpo sanitario alemán con grado de Segundo Lugarteniente en el 6to batallón del ejército Otomano, liderado por el Mariscal Von Der Goltz. Allí pudo moverse a lo largo de la vía ferroviaria hacia Bagdad, entre Siria y Mesopotamia. Ese verano de 1915 le llegaron las primeras noticias de los asesinatos que estaban cometiendo los aliados turcos contra la población armenia.
Investigando lo prohibido
Esta investigación estaba totalmente prohibida tanto por las autoridades turcas como por las alemanas, y más para una persona de su rango. Pero él no se amedrentó, las deportaciones, mutilaciones y violaciones que presenció en las estepas de la Anatolia contra la población Armenia lo afectaron profundamente. No era algo nuevo e inesperado para él. Su padre, Gustav Wegner, de fuerte tradición prusiana, años atrás le había relatado otras persecuciones que habían sufrido los armenios, como las de 1895 a causa del despotismo del Sultán Abdul Hamid II, quien fue depuesto por los “Jóvenes Turcos”, los responsables del genocidio que él estaba presenciando.
  
Foto de Wegner sobre la persecución del pueblo armenio.
Con gran riesgo de su vida, se dedicó a recopilar información: desde anotaciones y documentos, hasta evidencias visuales sobre el genocidio y los campos de deportación armenios, principalmente en el desierto sirio. Toda la información que fue descubriendo, así como las fotos que hizo, la reenvió parte a Alemania y parte a Estados Unidos a través de rutas clandestinas en las que intervinieron consulados y embajadas de otros países extranjeros.

Con gran parte del trabajo hecho, sus rutas de correo clandestinas fueron descubiertas y Wegner detenido por los alemanes, a petición de las autoridades turcas. Por ello fue destinado a Bagdad en las salas de los enfermos de cólera. Allí cayó gravemente enfermo, y en diciembre de 1916 volvió a Alemania trayendo consigo escondidos en su cinturón numerosas placas fotográficas con más imágenes del genocidio armenio del que había sido testigo.



Su paso por el Imperio Otomano no le dejó insensible ante la barbarie humana. A su vuelta a Alemania, entre 1918 y 1921, se convirtió en un miembro activo de los movimientos pacifistas y antimilitaristas mediante su dedicación literaria y poética. Llegó incluso a escribir en 1919 una "Carta abierta al Presidente Wilson" de los Estados Unidos pidiendo la creación de un estado armenio independiente, para poder dar un hogar a esta población que ya llevaba siglos siendo perseguida.


Foto de Wegner sobre ejecuciones de armenios en Estambul.
Su voz de protesta no finalizó con los armenios. Wegner fue también una de las primeras voces en protestar por el tratamiento que Hitler empezaba a dispensar a los judíos en Alemania. Llegó incluso a enviar una carta a Führer en 1933 en la que, entre otras cosas, se preguntaba: “¿Sobre quién caerá un día el mismo golpe que ahora se quiere asestar a los judíos, si no sobre nosotros mismos? Después que los judíos se han integrado perfectamente, contribuyendo a acrecentar la riqueza de Alemania, si se quiere eliminar su presencia conducirá necesariamente a la destrucción de los valores alemanes y de nuestro carácter moral”.


Armin T. Wegner en su ancianidad.
Y más adelante: “Con la tenacidad que ha permitido a este pueblo volverse antiguo, los judíos lograrán superar este periodo, pero la vergüenza que encontrará a Alemania a causa de eso no será olvidada por mucho tiempo”.

La respuesta no tardó en llegar. Wegner fue arrestado por la Gestapo, internado en varios campos de concentración nazis y torturado. Pudo ser liberado, pero optó por exiliarse a Roma donde vivió hasta su muerte en 1978.


Cosas del destino, en 1939, Hitler, con el genocidio judío en la cabeza, preguntaba: ¿Quién se acuerda hoy de la masacre de los armenios?

En uno de sus poemas, “Der alte Mann” (El anciano), se puede leer este verso: “Mi conciencia me obliga a contarlo todo. Soy la voz del deportado en el desierto”. Su tumba tampoco deja indiferente a nadie. Sobre su lápida puede leerse unas palabras atribuidas al Papa Gregorio VII: “Amavi iustitiam odi iniquitatem. Propterea morior in exsilio” (He amado la justicia y odiado la iniquidad. Por eso muero en el exilio).


La historia del siglo XX no se habría podido contar sin la aportación de Armin Theophil Wegner. 




domingo, 9 de julio de 2017

Paquita Melgar enfermera de la Cruz Roja. 1909.

Paquita trabajó en el Hospital del Cabañal de Valencia, durante la Guerra del Rif, también conocida como “Guerra de África”, siendo su labor tan destacada que fue reconocida y se le otorgó “la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar” por su labor profesional y entrega.
Paquita atendiendo a un paciente encamado. Sobre la pared se vislumbra colgada la ficha del soldado, tras la enfermera aparece el lavamanos.
La Guerra del Rif, también llamada la Segunda Guerra de Marruecos o, simplemente, Guerra de África, fue un enfrentamiento originado por la sublevación de las tribus del Rif, una región montañosa del norte del actual Marruecos, contra las autoridades coloniales españolas y francesa, concretada en los Tratados de Tetuán (1860), Madrid (1880) y Algeciras (1906), completado este con el de Fez (1912), que delimitaron los protectorados español y francés, cuya vida administrativa y geográfica se inició en 1907, conflicto en que participaron también tropas francesas, pese a haber afectado principalmente a las tropas españolas. 
Paquita junto a una compañera revisando la mesa con el material para curas.
En 1909, se produjo una agresión de las tribus rifeñas a los trabajadores españoles de las minas de hierro del Rif, cercanas a Melilla, que dio lugar a la intervención del ejército español. Por otra parte, las operaciones militares en   Yebala, en el occidente marroquí, ya habían empezado en 1911, con el Desembarco de Larache, lo que supuso la pacificación de gran parte de las zonas más violentas hasta el año 1914, intervalo de tiempo de lento progreso o estabilización de líneas que se prolongó hasta 1919 por causa de la Primera Guerra Mundial. Al año siguiente, tras la firma del Tratado de Fez, la zona norte marroquí fue adjudicada a España como protectorado. El comienzo del mismo lo fue también de la resistencia de las poblaciones rifeñas contra los españoles, desencadenando un conflicto que se alargaría durante años. En 1921, las tropas españolas sufrieron un grave desastre en Annual, además de una rebelión acaudillada por el líder rifeño Abd el-Krim. Los españoles se retiraron a unas cuantas posiciones fortificadas mientras Abd el-Krim llegó a crear todo un Estado independiente: la Republica del Rif. El desarrollo del enfrentamiento y su fin coincidieron con la dictadura de Primo de Rivera, que se ocupó de la campaña de 1924 a 1927. Hacia 1926 la zona había sido pacificada. Esta guerra dejó un profundo recuerdo tanto en España como en Marruecos.
Paquita sentada junto a un paciente encamado, haciendo algún registro clínico.       A la izquierda aparece un supletorio con el material de higiene y cuidados del paciente.
En la ciudad de Valencia en su puerto, estaba el edificio del Cabañal, que aunque proyectado en 1904 como lonja de pescado para venta mayorista, en 1909, recién terminadas las obras, se utilizó como Hospital de la Cruz Roja durante la guerra de África. Sus buenas condiciones higiénicas y su fácil adaptación para esta nueva función.  Debido a la amplitud de sus dos naves, la Cruz Roja las utilizó como hospital, cuando arrancaron las primeras escaramuzas de la Guerra de África, ya que los combatientes españoles que resultaban heridos volvían en barco hasta los principales puertos de la península para ser atendidos.
Atendiendo a un paciente al que acaba de ayudar a sentar para su descanso.
Los almacenes particulares de los pescadores que daban al mar se convirtieron en habitaciones de hospital y en las que se sitúan del otro lado del patio central se instalaron la cocina, farmacia, sala de operaciones, etc. y entre ambos cuerpos del edificio, en la nave central se deja el amplio patio, con luz de sol, adornado con plantas y pilas de agua, tal como queda descrito y documenta el escritor Gerardo Muñoz.
Paquita mostrando la Cruz de Primera Clase del Mérito Militar, entre otros méritos.
Una vez se comenzó a hospitalizar soldados, los vecinos de los poblados marítimos se volcaron en su cuidado. Tanto fue así, que el rey Alfonso XIII condecoró a varias familias que, de forma voluntaria, cocinaban y asistían a aquellos jóvenes. La solidaridad fue tal, que llegó a hacerse eco la prensa de la época. 
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