jueves, 30 de julio de 2020

The New Nurses. Serie TV.


En la descompensada historia de la humanidad, lo habitual siempre fue que hubiera ocupaciones vetadas a las mujeres, pero en algunos casos ocurrió al revés. Eso pasaba en Dinamarca en los años 50, tras la Segunda Guerra Mundial, cuando a los hombres les estaba vetado la profesión enfermera.
Pero llegó un punto en 1952 en el que la escasez de enfermeras obligó al gobierno danés a permitir que los hombres estudiaran en las escuelas de enfermería.
Ese hecho insólito hasta entonces es el argumento central de The New Nurses, Sygeplejeskolen es su título original, serie que estrena hoy “Sundance TV”, en plataformas de pago como Movistar, Vodafone, Orange, y que ha sido todo un éxito de audiencia y crítica en Dinamarca, donde ya ha sido renovada hasta su cuarta temporada.


La trama sigue los pasos de Erik, Morten Hee Andersen, uno de los jóvenes que forman parte de esta prueba piloto, y su relación con sus compañeras y pacientes, así como con los tutores, muchos de los cuales tratarán de hacerle la vida imposible. El amor, la enfermedad, la disciplina y la ansiedad de la aprobación son algunos de los temas de esta serie de época donde no faltan el jazz, la rebeldía y la amistad.

Datos sobre la serie:


Director: Roni Ezra, Lars Kaalund
Duración: 40 min
País: Dinamarca.
Personajes: Molly Blixt Egelind, Jesper Groth, Jens Jørn Spottag, Anette Støvelbæk, Benedikte Hansen, Thue Ersted Rasmussen, Mikkel Hilgart, Anna Stokholm, Ulla Vejby, Clara Lindstrøm Gleerup, Katrine Greis-Rosenthal



Más información y fuentes:

http://www.sundancetv.es/donde-vernos

viernes, 24 de julio de 2020

Ciencia y Caridad. Pintura. Picasso.


La temática del lienzo pone de manifiesto con el inicio del siglo XX, tanto el avance de la medicina, una tendencia en boga durante aquellos años como el carácter filantrópico de la nueva sociedad que comenzaba a mirar a los ciudadanos con nuevos derechos.
Descripción: escena de interior donde dentro de una oscura habitación aparece la figura de un médico tomando el pulso a su paciente con ayuda del reloj de mano, en la cama una mujer muy enferma, su rostro se muestra delgado y afectado, parece más preocupada por el pequeño niño que sostiene la enfermera, que por sí misma.
Así el artista presenta lo que entendía como la perfecta combinación que debía regir en los centros hospitalarios de la época: la ciencia representada por el médico y la Caridad a los enfermos que representa la enfermera, religiosas en su mayor parte, como en este caso. Ambos unidos bajo un mismo propósito, aliviar al paciente. 


“Ciencia y caridad", 1897. Óleo sobre lienzo. 197X249,5 cm.
Museo Picasso de Barcelona. 


El artista supo captar a la perfección el ambiente recargado de la estancia que invita al descanso y el recogimiento a través de una luz que es tenue y completamente artificial, y una gama cromática oscura en la que destaca sobremanera la palidez de la enferma.
Según varios estudios parece que la fuente principal de inspiración de Picasso en esta ocasión, fue la obra "La visita de la madre", que muestra a una mujer visitando a su hija en un hospital acompañada de una monja y una niña a su lado, es la obra más conocida de Paternina, y publicada en esta página el pasado 9 de julio.
Ciencia y Caridad fue la última gran obra que Picasso realizó vinculada a la estética academicista. Pintada en 1897 el lienzo cosechó un buen número de éxitos; aquel mismo año obtuvo una Mención Honorífica en la Exposición General de Bellas Artes de Madrid y en su Málaga natal recibió por el mismo lienzo la Medalla de Oro de la Exposición Provincial, todo un acierto para un pintor que, en aquel momento, tan sólo contaba con diecisiete años.
En la actualidad el lienzo se conserva en el Museo Picasso de Barcelona junto con seis dibujos preparatorios que demuestran el concienzudo trabajo del artista para preparar la composición de su obra.

“La línea del destino. Pablo Picasso en Vallauris”, 1952. Fotografía de Robert Doisneau. En bcn.cat/museupicasso/es



Pablo Ruiz Picasso nació en la ciudad andaluza de Málaga en 1881. Se le considera el creador, junto con Georges Braque, del cubismo. Siendo así uno de los mayores pintores que participaron en muchos movimientos artísticos que se propagaron por el mundo y ejercieron una gran influencia en otros grandes artistas de su tiempo.
Su padre, José Ruiz y Blasco, parece que fue el modelo que escogió para representar al médico, era pintor y trabajaba como ayudante de dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Málaga. También era Conservador del Museo Municipal. Su influencia fue determinante para encauzar la carrera del niño hacia el arte; de hecho, fue el primer profesor que tuvo el futuro artista durante su infancia y su juventud.
Pablo Picasso es, sin lugar a dudas, uno de los artistas plásticos más famosos del mundo. Su obra trasciende todo tipo de fronteras y de clasificaciones; tan vasta y diversificada como única, supuso un antes y un después en la producción artística a nivel mundial. Polémico, controvertido, con un talento sin límites y una insaciable necesidad de crear, su frase más conocida refleja fielmente su personalidad: “cuando llegue la inspiración, que me encuentre trabajando”. El arte de Picasso es multiforme y cambiante; el artista se nutrió del pasado y del presente para crear sus obras, anticipando lo que vendría años e incluso décadas después. El arte contemporáneo jamás sería lo que hoy sin la influencia de su obra, que está presente en museos y colecciones de toda Europa y del mundo. Además, abordó otros géneros como el dibujo, el grabado, la ilustración, el diseño escenográfico y vestuario para montajes teatrales e incluso abordó una breve obra literaria.

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jueves, 16 de julio de 2020

Salaria Kea, la enfermera americana que luchó al fascismo y al racismo.


Salaria Kea, fue una enfermera americana que, en 1937, dejó Harlem para embarcarse hasta Portbou y ofrecer asistencia sanitaria en el Batallón Lincoln, en apoyo a la Republica española durante la guerra civil tras el fallido golpe de estado.  Fue activista permanente contra el fascismo y el racismo 

Enfermera Salaria Kea. 



Salaria Kea, de casada Salaria Kea O'Reilly, nacio en Milledgeville, 1913 y falleció en Akron en 1991, fue una enfermera estadounidense de raza negra de la «American Medical Brigade»,​ de daba cobertura sanitaria a las Brigadas Internacionales, durante la Guerra Civil española.​ Relato que al parecer dejó escrito en "Una enfermera negra en la España republicana". ​


Salaria quedó huérfana en su infancia, cuando su padre, jardinero, murió en extrañas circunstancias.​ Al parecer hizo sus primeros estudios en la Escuela Central y la «West High School», en Akron. Su deseo de ser enfermera tuvo que superar el rechazo de algunos centros debido al color de su piel, hasta que en el verano de 1930 decidió trasladarse a New York, donde fue admitida en la Escuela de Formación del Hospital de Harlem. Enseguida comenzó a trabajar como enfermera, primero en el Sea View Hospital y luego en el Hospital de Harlem. Se graduó en 1934 y consiguió el puesto de jefa de enfermeras en la Sala de enfermos terminales del «Sea View Hospital», dedicado al tratamiento de pacientes con tuberculosis. ​

En 1935 entró en el Partido Comunista de los Estados Unidos (CPUSA), círculo que la llevarían primero a formar parte del grupo de enfermeras de Harlem que, tras la invasión de Abisinia por el ejército fascista de Benito Mussolini, reunió material sanitario en ayuda del pueblo etíope, luego tras el levantamiento militar de julio de 1936 en España, que dio origen a la guerra civil, a unirse al “Medical Bureau to Aid Spanish Democracy», organizador de la «American Medical Brigade”.

Salaria en una foto en su labor asistencia.

Salaria salió de los Estados Unidos en la primavera de 1937 a bordo del SS Paris, junto con otras 12 enfermeras y un grupo de médicos dirigidos por el cirujano Edward K. Barsky, el cirujano judío que dirigiría el Servicio Sanitario de la zona catalana.​ Al parecer su primer destino fue el hospital instalado en el Palacio de Villa Paz, en Saelices, Cuenca.​ Y fue en España donde conoció al que sería luego su marido, Pat O'Reilly, “John Paddy”, un brigadista irlandes convaleciente de las heridas sufridas mientras luchaba con una unidad de brigadistas británicos. Queda noticia de que se casaron en el hospital, aunque luego serían temporalmente separados por la guerra. ​
Está documentado que Salaria prestó auxilio en el en hospital instalado para las Brigadas Internacionales en Murcia, habilitado en el antiguo colegio marista de La Merced que en 1935 se había convertido en sede de la Universidad de Murcia. También se sabe que aunque fue apresada por las tropas rebeldes, pudo escapar y salir de España el 1938. ​

Salaria fue evocada por el poeta también negroamericano James Langston Hughes, 1902-1967, como “una delgada muchacha color chocolate”, en su obra “Mississippi to Madrid: memoir of a Black American in the Abraham Lincoln Brigade”, en la que denuncia de forma contundente el racismo y la pobreza que sufren los negros estadounidenses entre las guerras mundiales.

En ciertos sectores de su país fue recibida como una heroína, si bien, hasta 1940 no pudo conseguir que a su marido le concedieran permiso para entrar en Estados Unidos las autoridades de inmigración. Finalmente, Pat O'Reilly fue nacionalizado, y aceptado en el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de Estados Unidos destacado en Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Salaria, vetada en un principio por su pasada militancia comunista, fue al final admitida en el Cuerpo de Enfermería en 1944. ​
Concluida la guerra, el matrimonio O'Reilly se estableció en Nueva York, donde Salaria siguió ejerciendo su profesión.​ En los últimos años de su vida, ya viuda, volvió a Akron, donde falleció en 1991 a los 72 años de edad. El Museo de la Ciudad de Nueva York rememoró la acción humanitaria de los brigadistas estadounidenses en la exposición titulada Frente al fascismo: Nueva York y la guerra civil española, inaugurada en 2007.

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jueves, 9 de julio de 2020

La visita de la madre al hospital. Pintura. Paternina García-Cid

La obra se presenta en torno a la estancia hospitalaria dónde se ven varias camas con chicos encamados y en primer plano tenemos una adolescente enferma, que se presenta en ligero escorzo, y se distribuye dos grupos de figuras, en una la madre sentada hablando con la hija, a la que tiene cogida la mano y a la derecha mirando desde los pies de la cama, su hermana y la enfermera, ésta posiblemente religiosa, según parece por el tipo de cofia, protegida con delantal y antebrazos blancos. Con esta disposición, se genera una escena de tres personas de espalda que permiten concentrar sus miradas en el rostro de la verdadera protagonista del cuadro, la niña enferma.  También se puede observar los números de identificación de cada cama y las pizarras en la pared dónde pueden ponerse datos de pacientes y clínicos. 

La visita de la madre al hospital.
Autor: Enrique Paternina García-Cid. Múseo del Prado. Madrid.















La luz incide lateralmente desde la izquierda centrándose en el motivo principal madre e hija que destacan por el contraste producido entre las blancas sábanas y el negro vestido de la madre adornado con la mantilla y delantal de encaje blanco, algo similar sucede con las vestimentas de enfermera, en el resto del lienzo la luz se va disipando suavemente. La utilización del color también acentúa este efecto con los contrastes de blanco y negro o colores oscuros frente a un fondo en tonos ocres más bien neutros. Solo destaca cromáticamente los cuadros de la falda y la cesta de naranjas tapada con un paño rojo que porta la hermana. El rigor del dibujo de raigambre académica y la sólida construcción volumétrica de las figuras gracias a la luz y el color. Esta bella obra inspiró a otro gran pintor en una de sus obras más conocidas de su época joven como veremos en otra publicación.

No olvidemos que la enfermería antes de ser una profesión reconocida y científica, en su recorrido histórico occidental, hubo un tiempo en el que caminó de la mano de instituciones religiosas, siendo ejercida por personal religioso o bajo su tutela, también que, por la época de la obra de la publicación, las personas que se hospitalizaban eran fundamentalmente los pobres y otros necesitados, y quienes los atendían eran religiosas o voluntarias a cambio de techo y comida. Los pudientes eran atendidos en su domicilio por médicos y enfermeras.

El autor fue Enrique Paternina García-Cid, nacido en La Rioja, España, 1866/1910. 
A los quince años ya destacó como dibujante y ganó el primer premio de dibujo de figura en el colegio de segunda enseñanza de Orduña. A los diecinueve se trasladó a Madrid para ingresar en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado, donde estudió dos años. En el verano de 1887 viajó a Italia con su compañero Baldomero Sáenz y recorrieron el país, instalándose en la capital e integrándose rápidamente con la colonia internacional de artistas, como prueba su pronta incorporación a la Asociación Artística Internacional de Roma, que tuvo lugar en noviembre de 1888. En la ciudad del Tíber, pintaría su obra más célebre “La visita de la madre”, con la que ganó las segundas medallas de la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1892, de la Exposición Artística de Bilbao de ese mismo año, así como de la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona en 1896. Tras su regreso a España, recibió el título de caballero de la orden de Carlos III en 1895 y vivió entre Sevilla y Haro. Exquisito dibujante, su pintura se caracteriza por el uso de colores sobrios que acompañan la temática social en la que destacó, sin desdeñar tampoco el paisaje y el género costumbrista.

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jueves, 2 de julio de 2020

El uniforme de enfermería. (Aproximación histórica).


Si hablamos del uniforme de enfermería, prácticamente hay que hacerlo en femenino, ya que es una profesión ejercida mayoritariamente por mujeres, el porcentaje de varones actualmente está cercano al 20%. 
La enfermería ha sido una de las pocas profesiones a las que podía aspirar una mujer en su intento de liberación e independencia desde el comienzo del siglo pasado; a lo largo de sus años, ese llamado uniforme fue cambiando poco a poco hasta ser casi irreconocible con los actuales.
Con algunas reservas, se puede decir que el uniforme de enfermería tiene su origen en el siglo XIX y su diseño deriva en gran parte del que usaban las religiosas en su cuidado con los enfermos y heridos de guerra. Con la profesionalización de la enfermería, que comenzó a finales del mentado siglo, comenzaron crearse asociaciones y escuelas enfermeras, ya en hospitales o en organizaciones como la Cruz Roja, etc.,  y la indumentaria se fue adaptando a la coyuntura social de la época.
A principios del siglo XX, el uniforme constaba de un vestido de color oscuro, gris, azul o negro, con cuello y puños blancos, que podía tener o no, un babero blanco cubriendo la parte delantera, y a partir de la cintura, un largo delantal blanco cubriendo el cuerpo en todo su contorno que llegaba hasta los pies, en los que se llevaban unos botines. Todo ello con o sin cofia. Y no hay que olvidar las medias. 

Una muestra de uniformes de enfermeras del Royal Columbian Hospital (RCH), el más antiguo de la provincia canadiense de Columbia Británica, en la ciudad de New Westmister, muestra en una sola imagen un buen ejemplo de cómo ha evolucionado su diseño a lo largo de los primeros 75 años del siglo XX. 

La Gran Guerra trajo consigo importantes cambios en los uniformes debido a que las enfermeras tenían que ser rápidas y capaces de proporcionar cuidado y atención a los soldados de la manera más eficaz posible, por lo que se añadieron bolsillos y las mangas para facilitar el movimiento. Acabada la Guerra, ninguna enfermera quería ponerse de nuevo los antiguos vestidos voluminosos y los gigantescos delantales de la década anterior, así un simple vestido blanco que caía hasta los tobillos reemplazó el pesado traje del pasado y se convirtió en la nueva base del uniforme. Los delantales y uniformes se volvieron mucho más sencillos durante la mitad de los años 40. Se acortó la longitud del delantal, lo justo para proteger el frente del vestido, el dobladillo de la falda iba subiendo cada década un poquito más, siguiendo el estilo de las mujeres de la época. Y a más blanca la indumentaria, aparecen las medias de ese color.
Los vestidos se hicieron más simples, facilitando el lavado y planchado, además el auge de las lavadoras y secadoras facilitaron la limpieza y recambio de los uniformes en el trabajo diario.
Siendo la década de los 70 cuando el uniforme pasó a considerarse prácticamente como una herramienta más de trabajo, que respondía a las características de comodidad y funcionalidad propias con las que debe contar la ropa de trabajo profesional, desligándose claramente de consideraciones de carácter religioso. Comienza la desaparición de la cofia y los zapatos dejan de ser botines, resultando más simples y cómodos.
Los uniformes de enfermera empezaron a parecerse a la ropa cotidiana, y aparecen los juegos de pantalones y chaqueta blanca.
Las camisolas de cuello abierto y pantalones se hicieron muy populares entre las décadas de los 80 y 90, así como la aparición de calzado cómodo y muy variado, quizá influidos por la incorporación de hombres como enfermeros
Desde los 90, el uniforme tradicional de enfermera se ha ido sustituyendo por los nuevos trajes de tela en la mayoría de los hospitales del mundo occidental, pudiendo encontrarlos en diferentes estilos, tejidos, colores, estampados, diseños, etc.