jueves, 2 de julio de 2020

El uniforme de enfermería. (Aproximación histórica).


Si hablamos del uniforme de enfermería, prácticamente hay que hacerlo en femenino, ya que es una profesión ejercida mayoritariamente por mujeres, el porcentaje de varones actualmente está cercano al 20%. 
La enfermería ha sido una de las pocas profesiones a las que podía aspirar una mujer en su intento de liberación e independencia desde el comienzo del siglo pasado; a lo largo de sus años, ese llamado uniforme fue cambiando poco a poco hasta ser casi irreconocible con los actuales.
Con algunas reservas, se puede decir que el uniforme de enfermería tiene su origen en el siglo XIX y su diseño deriva en gran parte del que usaban las religiosas en su cuidado con los enfermos y heridos de guerra. Con la profesionalización de la enfermería, que comenzó a finales del mentado siglo, comenzaron crearse asociaciones y escuelas enfermeras, ya en hospitales o en organizaciones como la Cruz Roja, etc.,  y la indumentaria se fue adaptando a la coyuntura social de la época.
A principios del siglo XX, el uniforme constaba de un vestido de color oscuro, gris, azul o negro, con cuello y puños blancos, que podía tener o no, un babero blanco cubriendo la parte delantera, y a partir de la cintura, un largo delantal blanco cubriendo el cuerpo en todo su contorno que llegaba hasta los pies, en los que se llevaban unos botines. Todo ello con o sin cofia. Y no hay que olvidar las medias. 

Una muestra de uniformes de enfermeras del Royal Columbian Hospital (RCH), el más antiguo de la provincia canadiense de Columbia Británica, en la ciudad de New Westmister, muestra en una sola imagen un buen ejemplo de cómo ha evolucionado su diseño a lo largo de los primeros 75 años del siglo XX. 

La Gran Guerra trajo consigo importantes cambios en los uniformes debido a que las enfermeras tenían que ser rápidas y capaces de proporcionar cuidado y atención a los soldados de la manera más eficaz posible, por lo que se añadieron bolsillos y las mangas para facilitar el movimiento. Acabada la Guerra, ninguna enfermera quería ponerse de nuevo los antiguos vestidos voluminosos y los gigantescos delantales de la década anterior, así un simple vestido blanco que caía hasta los tobillos reemplazó el pesado traje del pasado y se convirtió en la nueva base del uniforme. Los delantales y uniformes se volvieron mucho más sencillos durante la mitad de los años 40. Se acortó la longitud del delantal, lo justo para proteger el frente del vestido, el dobladillo de la falda iba subiendo cada década un poquito más, siguiendo el estilo de las mujeres de la época. Y a más blanca la indumentaria, aparecen las medias de ese color.
Los vestidos se hicieron más simples, facilitando el lavado y planchado, además el auge de las lavadoras y secadoras facilitaron la limpieza y recambio de los uniformes en el trabajo diario.
Siendo la década de los 70 cuando el uniforme pasó a considerarse prácticamente como una herramienta más de trabajo, que respondía a las características de comodidad y funcionalidad propias con las que debe contar la ropa de trabajo profesional, desligándose claramente de consideraciones de carácter religioso. Comienza la desaparición de la cofia y los zapatos dejan de ser botines, resultando más simples y cómodos.
Los uniformes de enfermera empezaron a parecerse a la ropa cotidiana, y aparecen los juegos de pantalones y chaqueta blanca.
Las camisolas de cuello abierto y pantalones se hicieron muy populares entre las décadas de los 80 y 90, así como la aparición de calzado cómodo y muy variado, quizá influidos por la incorporación de hombres como enfermeros
Desde los 90, el uniforme tradicional de enfermera se ha ido sustituyendo por los nuevos trajes de tela en la mayoría de los hospitales del mundo occidental, pudiendo encontrarlos en diferentes estilos, tejidos, colores, estampados, diseños, etc.

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