Juan
Ciudad Duarte 1495-1550, popularmente conocido por Juan de Dios (San Juan de
Dios para los católicos), es el Patrón de la Enfermería Española. Aunque la
Organización Enfermera es laica, por vínculo histórico-tradicional se le tiene
como tal y así se celebra el día 8 de marzo, tanto en el mundo asistencial como
académico-universitario.
Quien escribe de Divertimento habiendo leído varias biografías y estudios sobre la persona de Juan de Dios, recomienda de forma especial la lectura de ésta obra de Celicio Eseverri, por haber quedado gratamente sorprendido con su lectura, no solo por la diversa contextualización, social, histórica, religiosa, etc., necesarias para comprender adecuadamente el impacto de la obra de Juan Ciudad, sino también por la cantidad de referencias utilizada por su autor con relación a la enfermería y hospitales del siglo XV y XVI en los reinos hispanos, tales como procedimientos de actuación, terapéuticas, normativas de funcionamiento, categorías dentro del propio estamento enfermero y hospitalario.
Comentario del Profesor Manuel Amezcua sobre la obra. Index de Enfermería [Index Enferm] 2002; 36-37:67-68.
Así le llamaba Juan de Avila cuando le escribía cartas: Juan de Dios, el de
Granada. No es extraño que el historiador Cecilio Eseverri haya adoptado tal
denominación para su libro, pues su contenido se refiere a la historia de una
persona, y no de un santo. San Juan de Dios ha sido objeto de numerosas
aproximaciones biográficas desde aquella primera que realizó Francisco de
Castro en 1585 basándose en unos papeles que dejó uno de sus compañeros de
peregrinaciones, pero todas ellas resaltan sobre todo su condición de
bienaventurado, de hombre santo. Más modernamente algunos historiadores de la
enfermería han pretendido aproximarse al personaje por su supuesta labor como
precursor de la moderna enfermería, más como una estrategia de búsqueda de
identidad que como una realidad sustentable documentalmente. Eseverri, que
comparte su doble condición de enfermero y de hermano de la Orden de San Juan
de Dios, ha logrado evadirse de intentos corporativistas para rescatar el lado
más humano y terrenal del personaje, utilizando como único apoyo el análisis
documental. Esto era algo que ya llevaba tiempo anunciando el propio
historiador en sus círculos de conocidos, y por eso se trata de una obra muy
esperada.
Si no es una nueva hagiografía, ¿qué es lo
que tiene de original la obra de Cecilio Eseverri?. Varias cuestiones merecen
la pena destacarse. En primer lugar su afán de contextualización. Para
vislumbrar los primeros datos sobre Juan de Dios es necesario atravesar un
extenso capítulo en el que se narra la conquista de Granada y su proceso de
castellanización, así como las relaciones políticas de la monarquía española y
europea en los albores de la nueva era del Renacimiento. Esto será una
constante en toda la obra, con la que Eseverri logra romper las más sólidas
afirmaciones que sustentan las hagiografías, en tanto los comportamientos
destacables en el biografiado no responden a influjos sobrenaturales, al
iluminismo que caracterizó algunos movimientos intelectuales del momento, sino
a acontecimientos concretos que rodearon su vida y que fueron ejemplarizantes para
él. Por ejemplo, al descubrirnos rasgos poco o nada conocidos de la infancia de
Juan Ciudad, es fácil establecer relaciones entre lo que en su niñez contempló
en la Casa de Misericordia de la que era vecino en su pueblo natal de
Montemor-o-Novo y las fórmulas de organización adoptadas en los primeros
hospitales por él fundados, y que luego desembocaron en la Orden que lleva su
nombre.
Otra constante en la obra es su
preocupación por el rigor de los datos históricos. Para ello ha manejado una
variedad de fuentes sorprendente, cronistas, historiadores de la Orden, así
como una gran cantidad de documentos procedentes de archivos como el de
Simancas, el catedralicio de Palencia, el de Guadalupe, y cómo no, la
Biblioteca Nacional. Esto le ha permitido rastrear y cotejar las fechas más
señaladas referidas a Juan de Dios en su complejo itinerario por el suelo
peninsular hasta llegar a Granada. Destaca la densidad de datos, de lugares, de
nombres propios, que le dan a la obra una riqueza fuera de lo común.
Pero Eseverri va mucho más allá de la
exposición de hechos históricos y se recrea en la interpretación de los
aconteceres, buscando su significado a tenor de la mentalidad que va
descubriendo en el personaje biografiado y de las influencias que recibe de su
entorno. Eseverri no sólo desvela la historia de Juan de Dios, el hombre, sino
que además la narra, o sea, intenta desvelar al lector las claves que sólo un
especialista es capaz de descubrir. Esto, que a primera vista pudiera parecer
un ejercicio especulativo, en el caso que nos ocupa es lícito por la solidez
que le otorga la investigación histórica que encierra en su poso.
No es el santo el que se deja asomar por
las páginas de esta obra definitiva de Cecilio Eseverri, ni el enfermero, es
una persona que supo ubicarse en un periodo de transición tan difícil de vivir
como pleno de oportunidades. Puede que algunos salgan defraudados al no
encontrarse con una persona tan virtuosa como cabría esperar en un santo, o tan
pensadora como hubiera sido esperable en un inventor de la enfermería. Pero es
inevitable experimentar el gozo de saber que fue una persona normal, con un
sentido humanista tan terreno como necesario, quien aportó el modelo de
compromiso con el desfavorecido, de trato al enfermo, que luego se convertiría
en un modelo hospitalario para en mundo moderno, con una proyección universal y
una vigencia que ha llegado intacta, al menos en su esencia, hasta nuestros
días. Recomendamos fervorosamente la lectura de Juan de Dios, el de
Granada, a todos los que deseen debatir con su autor (pues a ello nos
invita en sus páginas) la historia del que es sin duda el personaje más
destacado de la historia de la enfermería, y a la vez el menos conocido.
Más información y fuentes:
http://www.index-f.com/index-enfermeria/36-37revista/36-37_articulo_67-68.php
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