No
sabemos cuánto tiempo se ha utilizado la fototerapia para el tratamiento de la ictericia
del recién nacido, aunque el sentido común nos lleva a pensar que en más de una
cultura y en distintas épocas las parteras y las madres podrían haber colocado al sol a los bebés desnudos para
ver si mejoraba su color amarillento. Aunque la historia de la luminoterapia o fototerapia
de forma científicamente probada la debemos a Jean Ward, la enfermera a cargo
de la Unidad de Prematuros del Hospital General Rochford en Essex, Inglaterra. Quizá
siguiendo las recomendaciones de Florence Nightingale, estaba convencida de que el
aire fresco y la luz del sol ayudaba a los bebés con ictericia a mejorar y más cuando observaba que los bebes colocados cerca de la ventana
mejoraban más y mejor de su coloración amarillo. Así pues, se
arriesgó a sacar a los niños de la unidad prematuros al exterior y regresaba antes de que
llegaran los médicos a realizar el pase de sala.
La enfermera Jean Ward. |
Un día en 1956, la enfermera
Ward le mostró a los médicos un niño desnudo que había sido expuesto al sol, y
cuya piel había empalidecido, excepto en un área triangular que aparecía mucho
más amarillo que el resto del cuerpo. El Dr. Dobbs le preguntó si ella lo había
pintado con yodo, lógicamente respondió que no, que había tenido en brazos al niño
ictérico, y el color varió excepto en el área que estuvo cubierta. Lo que hizo que se estudiara el asunto y se descubrió
que los niveles de pigmento de bilirrubina en los tubos de sangre puestos al
sol cambiaban drásticamente. Con esos resultados decidieron utilizar la luz solar y
en concreto la exposición a la luz
ultravioleta colocando al bebe con bilirubina elevada bajo una lámpara
ultravioleta durante unas horas cada día, pues esa la luz
ultravioleta descompone la bilirrubina de manera que facilita que el hígado del bebé la
pueda procesar y excretar. Gracias a todo ello la primera unidad de fototerapia se registró en 1958.
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