Las dos enfermeras, naturales de Austria, llegaron a la isla Sorok, Corea, tras conocer la noticia de
que la isla requería el servicio de enfermeras. Ambas eran solteras y tenían poco más de veinte años cuando llegaron. Marianne estuvo trabajando como enfermera en un sanatorio para
los afectados por la enfermedad de Hansen durante 43años, desde 1962 hasta
2005; y Margaritha durante 39 años desde 1966.
Llegaron a Corea para trabajar, pero todos las trataban como si fueran monjas católicas en tanto que sus pacientes les llamaban “halme (abuela, en coreano)” y los medios de comunicación las reconocen como “ángeles de la isla Sorok”.
Cuando llegaron, los enfermos quedaron impactados por dos cosas. En primer lugar, era la primera vez que veían a extranjeras de ojos azules y cabellos rubios; y segundo, su manera de tratar a los enfermos era realmente inusual. En realidad, hasta ese momento, los médicos locales evitaban mantener contacto directo con los enfermos y los trataban a distancia a pesar de que usaban mascarillas y varias capas de guantes. Pero las dos enferme ras eran totalmente diferentes. Solo llevaban puestos sus delantales blancos. Tocaban los dedos de las manos y de los pies deformados con llagas, de los pacientes y les desinfectaban el cuerpo minuciosamente sin usar guantes para su protección, se mostraban despreocupadas incluso cuando la sangre y el pus de las heridas infectadas les salpicaba y ensuciaba sus rostros. En lugar de ellas, eran los mismos enfermos quienes se mostraban más inquietos por su seguridad. Pero esto no es todo.
Cuando faltaban medicamentos para los pacientes hacían campañas a la Asociación de Mujeres Católicas de Austrias, u otras organizaciones, para reunir fármacos, así como reconstruir una clínica para tuberculosos, ciegos y pacientes mentales y proporcionar instalaciones para tratar a los pacientes más pobres. Incluso el dinero que recibían de la congregación de misioneras por concepto de gastos de mantenimiento personal lo usaban para proporcionar meriendas a los pacientes. En el pequeño cuarto de escasos 10 metros cuadrados que compartían con un armario pequeño, durante más de 40 años, ofrecieron día a día sus servicios en silencio y con total dedicación. Con el paso de tiempo, el número de pacientes, que en un principio sumaban los 6.000, se redujo a unos 600. Finalmente, cuando su estado de salud desmejoró, ambas enfermeras decidieron marcharse de la isla en noviembre de 2005 dejando solo una carta y regresaron a Austria porque no querían ser una carga para los demás. Marianne y Margaritha, gracias a su activo cuidado y tratamiento de los pacientes, contribuyeron a eliminar el prejuicio social sobre los enfermos de Hansen en Corea.
Hoy en día, todas las
enfermeras que trabajan en el sanatorio de la isla Sorok atienden a los
pacientes sin guantes y esta isla se ha convertido en “un paraíso de caridad
voluntaria” ya que todos los años llegan numerosos grupos de voluntarios de todo el país.
La Asociación de Enfermería de Corea ha decidido impulsar la campaña de obtención de firmas para la postulación de Marianne y Margaritha como candidatas al Premio Nobel de la Paz para reconocer su entrega total y el espíritu de servicio de estas enfermeras que trabajaron como voluntarias sin recibir remuneración en la isla Sorok, atendiendo a los enfermos de Hansen durante más de 40 años, desde 1962 hasta su regreso a Austria en noviembre de 2005. El amor y la dedicación demostradas por estas dos mujeres no solo convierte a la isla Sorok en un sitio de curación y de esperanza, sino que su valor durante una vida quedará eternamente grabado en el corazón de toda la humanidad.
Llegaron a Corea para trabajar, pero todos las trataban como si fueran monjas católicas en tanto que sus pacientes les llamaban “halme (abuela, en coreano)” y los medios de comunicación las reconocen como “ángeles de la isla Sorok”.
Cuando llegaron, los enfermos quedaron impactados por dos cosas. En primer lugar, era la primera vez que veían a extranjeras de ojos azules y cabellos rubios; y segundo, su manera de tratar a los enfermos era realmente inusual. En realidad, hasta ese momento, los médicos locales evitaban mantener contacto directo con los enfermos y los trataban a distancia a pesar de que usaban mascarillas y varias capas de guantes. Pero las dos enferme ras eran totalmente diferentes. Solo llevaban puestos sus delantales blancos. Tocaban los dedos de las manos y de los pies deformados con llagas, de los pacientes y les desinfectaban el cuerpo minuciosamente sin usar guantes para su protección, se mostraban despreocupadas incluso cuando la sangre y el pus de las heridas infectadas les salpicaba y ensuciaba sus rostros. En lugar de ellas, eran los mismos enfermos quienes se mostraban más inquietos por su seguridad. Pero esto no es todo.
Las enfermeras Margaritha y Marianne , apodadas como los ‘ángeles de la isla Sorok’, ayudando a una paciente en el Hospital Nacional de la isla.
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Cuando faltaban medicamentos para los pacientes hacían campañas a la Asociación de Mujeres Católicas de Austrias, u otras organizaciones, para reunir fármacos, así como reconstruir una clínica para tuberculosos, ciegos y pacientes mentales y proporcionar instalaciones para tratar a los pacientes más pobres. Incluso el dinero que recibían de la congregación de misioneras por concepto de gastos de mantenimiento personal lo usaban para proporcionar meriendas a los pacientes. En el pequeño cuarto de escasos 10 metros cuadrados que compartían con un armario pequeño, durante más de 40 años, ofrecieron día a día sus servicios en silencio y con total dedicación. Con el paso de tiempo, el número de pacientes, que en un principio sumaban los 6.000, se redujo a unos 600. Finalmente, cuando su estado de salud desmejoró, ambas enfermeras decidieron marcharse de la isla en noviembre de 2005 dejando solo una carta y regresaron a Austria porque no querían ser una carga para los demás. Marianne y Margaritha, gracias a su activo cuidado y tratamiento de los pacientes, contribuyeron a eliminar el prejuicio social sobre los enfermos de Hansen en Corea.
Marianne Stonger y Margaritha Pissarek. |
La Asociación de Enfermería de Corea ha decidido impulsar la campaña de obtención de firmas para la postulación de Marianne y Margaritha como candidatas al Premio Nobel de la Paz para reconocer su entrega total y el espíritu de servicio de estas enfermeras que trabajaron como voluntarias sin recibir remuneración en la isla Sorok, atendiendo a los enfermos de Hansen durante más de 40 años, desde 1962 hasta su regreso a Austria en noviembre de 2005. El amor y la dedicación demostradas por estas dos mujeres no solo convierte a la isla Sorok en un sitio de curación y de esperanza, sino que su valor durante una vida quedará eternamente grabado en el corazón de toda la humanidad.
Enlace para firmar para la propuesta para el Nobel de la Paz a petición de la Korean Nurses Association :
Más información y fuentes:
https://es.wikipedia.org/wiki/Lepra
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