miércoles, 23 de octubre de 2019

Estudiante recibiendo formación del funcionamiento de un respirador Bennett de presión positiva.

La foto ha movido agradablemente mis recuerdos.
Finales de los años 70 del pasado siglo, era el primer contacto con un respirador. Parece que fue ayer cuando siendo estudiante, quién escribe de Divertimento, recibía la información e instrucciones necesarias para el uso de tan “complicado aparato”. Luego conocería ventiladores muy complejos con relación al de la imagen.
Beth Israel Deaconess Medical Center.

En 1928, los ingenieros del departamento de fisiología de Harvard Philip Drinker y Louis Shaw, ante la emergencia de la primera gran epidemia de poliomielitis en California, desarrollaron el “pulmón de acero”, que consistía en una cámara que incluía todo el cuerpo del paciente, con excepción del cuello y la cabeza, y que lo sometía a presión negativa intermitente mediante un generador eléctrico. Concebido por sus creadores como un “aparato para la administración prolongada de respiración artificial”, fue el primer equipo de ventilación mecánica que alcanzó la madurez técnica necesaria para su producción comercial. Nuevas versiones, más seguras, livianas, y de menor costo, como el respirador mejorado por Emerson, fueron empleadas mundialmente en pacientes de todas las edades durante los siguientes 30 años.
No fue hasta 1952, cuando la epidemia de poliomielitis de Copenhague marcó la hora final del paradigma de la ventilación a presión negativa y confirma de manera inequívoca la superioridad de la ventilación a presión positiva.
En el hospital Blegdam se disponía de un pulmón de acero y seis ventiladores en coraza, en un momento en que se llegó a tener hasta 70 pacientes simultáneos que requerían de apoyo ventilatorio. Por otra parte, pese a la ventilación tradicional, la mortalidad en los pacientes con parálisis bulbar alcanzaba el 90%. En estas circunstancias, Henry Lassen y Bjorn Ibsen establecieron un procedimiento caracterizado por traqueotomía temprana más ventilación a presión positiva, mediante un resucitador manual del tipo usado por los anestesistas en pabellón. La mortalidad cayó del 90% inicial a un 40% con el nuevo método. Esta experiencia fue determinante para la implementación de la ventilación a presión positiva intermitente por vía endotraqueal.
Respirador de presión positiva Bennett. 

En 1953 Carl Engström construyó el primer respirador capaz de ventilar a presión positiva. Un émbolo movido por un motor eléctrico generaba ciclos de presión sobre una cámara que contenía una bolsa ventilatoria. Esta bolsa suministraba un volumen predeterminado de gas al paciente durante la inspiración, mientras el retroceso del pistón rellenaba la bolsa en la espiración.



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