miércoles, 18 de noviembre de 2020

Enfermeras en la exhibición de bebés prematuros en ferias. EE.UU.


Desde 1904 hasta 1943, entre espectáculos de elefantes danzantes y juegos mecánicos en un parque de diversiones, también había una exhibición de diminutos bebés en incubadoras, algo que, a pesar de ser cuestionado, despertaba la curiosidad de miles de visitantes.

¿Cómo es posible que se cobrara por mostrar a bebés prematuros dentro de cajas de cristal? Quizá esta parezca una práctica de moral cuestionable para algunos, pero salvó la vida de alrededor de 6 500 bebés prematuros a lo largo de 40 años, y fue el inicio de una revolución en la atención sanitaria para los recién nacidos.


Enfermeras en los cuidados de los bebés prematuros durante una exhibición y al frente  de cara al público, el medico Couney.

El responsable de esta historia fue el médico Martin Couney, de quien desafortunadamente hay datos escasos, aunque parece que nació en Prusia, en 1869, y emigró a Estados Unidos en 1898, donde se convertiría en una leyenda participando en varias ferias del país.

Según el pediatra William Silverman, de California que ha investigado la carrera de Couney desde su muerte en 1950, parece que obtuvo su título de médico en Leipzig, Prusia. En la década de 1890 estaba en París, estudiando la patología de los bebés prematuros con el gran experto en la materia, Pierre Budin. La idea parece que se le ocurrió cuando Budin le pidió que supervisara una exhibición de incubadoras en la feria mundial de Berlín de 1896, aunque no parece haber prueba de que eso fuera real. Lo que es un hecho es que mientras muchos médicos consideraban que los bebés prematuros estaban condenados a morir, él buscó una forma de cambiar su destino. En 1903, Martin Coney inauguró su primera exposición en el icónico parque de atracciones de Coney Island, en Nueva York, donde había logrado construir una clínica profesional en medio de un ambiente clásico de feria, en la que había un gran letrero que decía “Todo el mundo ama a un bebé”, dónde trabajaban un equipo de médicos, enfermeras y nodrizas que se encargaba de brindarles la mejor atención posible a los recién nacidos. Dentro de la exposición, se les explicaba a los visitantes cómo las incubadoras extraían aire del exterior y lo filtraban hacia el interior, generando un cambio completo en la atmósfera del bebé dentro de la incubadora.



A pesar de que haber sido acusado de charlatán y de explotar a los bebés, el compromiso de Couney con los prematuros era indudable. Sus instalaciones siempre estaban impecable, y se tenía una rigurosa higiene y se alimentaban cuidadosamente a los prematuros con nodrizas, a quienes  se les despedía si las encontraban fumando o bebiendo alcohol, con un cocinero solo para ellas. También buscaba mejorar la salud de los pequeños al alentar a las enfermeras a tener contacto físico con ellos para mostrarles afecto. Eso era algo poco convencional en la época, pues se creía que, para evitar riesgos de infección, el contacto debía reducirse al mínimo. La instalación era un pequeño hospital y no una atracción de feria. De hecho, las incubadoras utilizadas en la exhibición estaban equipadas según los adelantos más recientes de la época e importadas desde Europa. El cuidado de los bebés era caro y se costeaba con las entradas a la exhibición, las cuales tenían un costo de 25 centavos, pues no se les cobraba nada a los padres. Couney confiaba tanto en su proyecto, que su propia hija pasó tres meses en exhibición tras haber nacido prematuramente. Al crecer, ella se convirtió en enfermera y trabajó con su padre en la exhibición.

El tiempo pasó y los hechos hablaron por sí mismos. La comunidad médica en el terreno de la neonatología en Estados Unidos comenzó a reconocer la innovación que representaba el proyecto de Couney, el cual comenzó a ganar aceptación. Otros médicos enviaban bebés para recibir los cuidados del hospital de Couney y algunos padres preocupados llegaban buscando una esperanza de sobrevivir para sus hijos.

Eventualmente, y tras 40 años, la idea de ver bebés en incubadoras dejó de ser emocionante para muchos. Debido a eso, en 1943, la exhibición cerró de manera definitiva. Sin embargo, el trabajo de Couney estaba hecho: había influido en la apertura del primer centro de atención infantil para prematuros en el Hospital Cornell de Nueva York, y salvado al 85 % de los bebés que llegaron a él.

 

La hija enfermera de Couney junto a una incubadora, mientras su padre da explicaciones a un chico visitante que muestra su curiosidad..

Los bebés que el proyecto de Couney salvó se convirtieron en casos de éxito, y, al llegar a la adultez, ellos agradecieron la segunda oportunidad que eso representó en sus vidas. Una de esas historias es la de Beth Allen, quien nació en 1941, cuando su madre tenía solo 6 meses de embarazo.

La madre de Beth estaba esperando gemelas. Ella apenas pesó unos 600 gramos al nacer, pero su hermana era aún más pequeña, por lo que no logró sobrevivir. Cuando la madre de Beth supo del Dr. Couney, se negó a la idea de exhibir a su hija en una feria, pero él fue al hospital a hablar personalmente con ella y logró convencerla de poner a su hija en la incubadora.

Beth era visitada a diario por su madre y, eventualmente, fue dada de alta pesando más de 2 kilogramos y con una mejoría notable. Después de su estancia en Coney Island, los padres de Beth la llevaban cada año a visitar al Dr. Couney en el Día del Padre, e incluso asistieron a su funeral cuando el médico falleció.

Más información y fuentes:

https://www.americanheritage.com/martin-couney#1

https://www.dawnraffel.com/books

https://www.bbc.com/mundo/noticias-40521195?fbclid=IwAR3nm7Fv1l524pqBYoZdWtjxFkqHjpW6aKgh3rOpuo0CBLY0W8KbiWTjqtw

https://genial.guru/admiracion-curiosidades/este-hombre-aleman-salvo-a-miles-de-bebes-prematuros-de-la-muerte-aunque-lo-consideraban-un-estafador-1235310/

 

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