El romano Plinio el Viejo escribió en su 'Historia natural' que la leche de burra servía casi para todo. Haciendo gárgaras con ella se curaban las úlceras bucales, bebida en ayunas curaba la fiebre, el ardor de estómago, el asma, la fatiga y ciertas intoxicaciones con venenos.
Plinio también hizo mención a su uso cosmético y puso como ejemplo de sus poderes embellecedores a la emperatriz Popea Sabina, según el escritor romano, la esposa de Nerón bañaba
todo su cuerpo con aquella leche de burra, creyendo que con ello se aclaraba y
alisaba la piel.
Es cierto
que aplicada de forma tópica la leche de burra hidrata y tonifica la dermis.
También que tiene menos porcentaje de grasa y caseína que la de vaca, cabra u
oveja, y bastante más azúcar que ellas, vamos que la burra es el mamífero
doméstico cuya leche se parece más a la de la mujer.
Fue el pediatra francés Joseph Marie Jules Parrot
(1829-1883) quien en 1877, siendo responsable del hospital de niños expósitos
San Vicente de Paúl en París, llevó a cabo el experimento de alimentar así a algunos
de sus pequeños pacientes, ya que por entonces miles de recién nacidos eran
abandonados cada año en los hospicios parisinos, muchos con sífilis congénita.
Debido a la probabilidad de contagio estos niños no podían ser amamantados por
nodrizas, así que hasta saber si estaban enfermos de sífilis o no se les
administraban sustitutos de la lactancia materna como agua azucarada, caldo o
leche de distintos animales.
El problema
era que las burras dan poca leche. No todas las razas de asno son igual de
productivas y además sólo se pueden ordeñar en los seis meses que siguen al
parto, resultando que se necesitaba su leche como tratamiento contra la
debilidad, la desnutrición, el asma o la tuberculosis era complicado encontrar proveedora.
En 1764, tal
y como informaba el 'Diario Noticioso de Madrid', los hospitales de la capital
contaban con un suministrador oficial de leche de burra. Para casos de
emergencia, de falta de existencias o de nula cooperación por parte de la burra
se inventó en 1787 un sucedáneo «excelente para la tisis y otras enfermedades
de consunción». Así surgieron las “pastillas de leche” y para obtenerlas se
necesitaba cebada, agua, asta de ciervo raspada, raíz de cardo corredor y
treinta caracoles machacados. «Todo lo dicho se hace hervir junto hasta que
toma la consistencia de jalea clara y después se pasa por un paño limpio; medio
cuartillo de esta jalea se mezcla con otro medio de leche fresca de vacas o
cabras». Imagínense si era difícil dar con una burra de leche, que en
comparación este mejunje se consideró un sustituto de fácil elaboración.
En 1850
llegaron a España las primeras pastillas de leche de burra, un medicamento
francés obtenido gracias a la evaporación de sus partes líquidas. Pronto
aparecieron el chocolate con leche de burra, el jarabe de leche de burra o los
pralinés y caramelos hechos con dicha leche.
Más información y fuentes:
http://xsierrav.blogspot.com/2017/11/mamar-de-una-cabra-mamar-de-una-burra.html
https://www.diariosur.es/malagaenlamesa/milagrosa-leche-burra-20211015180631-ntvo.html
https://gourmet.ideal.es/actualidad/milagrosa-leche-burra-20211015111037-nt.html
https://gourmet.ideal.es/actualidad/milagrosa-leche-burra-20211015111037-nt.html
https://www.plusesmas.com/galerias/nostalgia/nuestras-10-chuches-favoritas-cuando-eramos-ninos/9/
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