jueves, 15 de marzo de 2018

Enfermeras en la Gran Guerra. En el centenario. (IV)

Tomando precauciones para cuidar.
Durante la Gran Guerra, las enfermeras utilizaban pequeñas aves “mascotas”  en éste caso canarios, para detectar la presencia de gases (armas químicas) en las zonas cercanas a los trenes hospitales y así poder tomar las precauciones oportunas, entre otras, colocarse a tiempo las máscaras protectoras.
Enfermeras con canarios para detectar gases tóxicos y 
poder protegerse a tiempo. Foto coloreada.
Porqué los canarios, pues porque son muy sensibles a la falta de oxígeno o a la presencia de gases tóxicos. Lo habitual es que el canario cante, y siempre y cuando el canario cantara significaba que no había ningún peligro, pero si el canario dejaba de cantar y se desvanecía, significaba que había que evacuar la zona inmediatamente ya que posiblemente había presencia de gases tóxicos y sus vidas estaban en peligro.

Las armas químicas son aquellas que se basan en las propiedades tóxicas de determinadas sustancias químicas capaces de alterar la fisiología de los seres vivos, causando graves daños o incluso la muerte. Dichas “sustancias químicas” reciben la denominación técnica de ‹‹agentes químicos››, los cuales, junto con el sistema de lanzamiento y dispersión, configuran el arma química.
Este tipo de armas ya eran utilizadas desde la Antigüedad, aunque es en éste conflicto cuando comenzo su uso generalizado.
Mascara antigás de la Gran Guerra.
Y así llegaron a utilizarlos tanto alemanes como franceses en varias ocasiones aunque finalmente su uso más conocido y efectivo en la Gran Guerra fue el “gas mostaza”, desarrollado por el químico alemán Fritz Haber, e introducido en julio de 1917, poco antes de la Tercera Batalla de Ypres. El gas mostaza no fue diseñado para ser un agente letal, aunque en altas dosis lo era. Era un arma química de tipo vesicante, pensado para incapacitar al enemigo, y para contaminar el campo de batalla. Sus efectos eran por contacto y por inhalación. Producían graves quemaduras en la piel, llegando incluso al hueso y graves daños en las vías respiratorias, que causaban la asfixia y en algunos casos la muerte. 

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