Auschwitz fue el mayor y más letal de los campos de concentración
y exterminio nazis. Tras sus alambradas, más de 1.100.000 fueron
asesinadas de manera sistemática e industrializada entre junio de 1940 y enero
de 1945. Niños y niñas, mujeres y
hombres, mayoritariamente judíos de diferentes nacionalidades,
deportados, asesinados o convertidos en esclavos, reducidos a un número,
deshumanizados y humillados.
Auschwitz
existió mientras el mundo permanecía pasivo ante los horrores nazis, cambiando
para siempre los cimientos y la perspectiva de la humanidad. El denominado Holocausto, uno
de los capítulos más oscuros de la historia universal, ocurrió en un continente
civilizado, en el seno de la sociedad tecnológica y culturalmente más avanzada
de su época.
Tras
el inicio de la Segunda Guerra Mundial, en enero de 1942 la política antijudía de
la Alemania nazi dio un salto en el horror con la puesta en marcha de la
conocida como “solución final del problema judío”, que daría un segundo uso,
aún más terrorífico a los campos.
Los
líderes nazis reunidos en la conferencia de Wannsee decretaron la aniquilación,
sin preámbulos, de todo hombre, mujer y niño judío que quedara con vida en
la Europa ocupada.
Esta
terrible culminación del nazismo implicaba eliminar de la faz de la tierra al
pueblo hebreo, marcado como “enemigo” número uno de la nación alemana, y
silenciar cualquier vestigio de su contribución a la historia de la
humanidad.
Los
métodos más empleados en los albores del Holocausto para acabar con cerca de
800.000 judíos y prisioneros de guerra polacos fueron los fusilamientos
masivos y el asesinato en camiones de gas, aunque pronto se sustituyeron por un
sistema más económico, anónimo y eficaz: los campos de exterminio y las cámaras
de gas, ubicados en la Polonia ocupada.
El
campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau fue, sin duda alguna, una herramienta
clave para conseguir su propósito, dadas sus grandes dimensiones y su
estratégica ubicación en la confluencia de las principales rutas ferroviarias
del Tercer Reich.
Fue
en esta “fábrica de la muerte” dirigida con mano de hierro por el comandante Rudolf
Höss, donde un mayor número de judíos, pero también había prisioneros de guerra soviéticos, gitanos,
homosexuales, polacos o testigos de Jehová, fue enviado a morir en las
cámaras de gas, bajo la promesa de una reparadora ducha caliente.
El
campo de Auschwitz – Birkenau contaba con cuatro crematorios donde la SS obligaba
a los propios reclusos a quemar los centenares de miles de cadáveres de sus
compañeros, con el fin de hacer desaparecer las evidencias de la masacre.
La
capacidad máxima de cremación en los periodos de mayor actividad del campo
llegó a ser de hasta 10.000 personas diarias.
El
resultado final fue de más de seis millones de judíos asesinados, dos tercios
de los judíos europeos desaparecieron para siempre.
A
finales de 1944 y ante la imparable ofensiva de las huestes de Ejército
Rojo, las autoridades nazis del campo se prepararon para abandonar Auschwitz y
ordenaron la destrucción de las evidencias de los crímenes cometidos.
Tras
eliminar documentación y gran parte de las instalaciones, entre los días 17
y 21 de enero 1945, ante la
inminente llegada de los soviéticos, los nazis comenzaron la evacuación con
cierta precipitación. La mayor parte de los prisioneros que quedaban en ese
momento debieron marchar dejado atrás a los más débiles. Las tropas
soviéticas encontraron a su llegada, abundantes e irrefutables pruebas del
exterminio masivo en Auschwitz, como montones de cadáveres sin enterrar o
las pertenencias de las víctimas, cantidades enormes de ropa y zapatos de hombres,
mujeres, niños y otros objetos personales y, cuesta trabajo decirlo, 6500 kilos
de cabello humano preparado para su venta. Y cerca de 7.600 prisioneros fueron liberados por el Ejército
Rojo entre ellos estos niños que a la salida del campo van acompañados de varias enfermeras rusas.
Más información y fuentes:
http://andaquepaque.blogspot.com/2015/01/las-violaciones-masivas-sovieticas-y-la.html
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